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Realidad Subjetiva.

Contra la democracia.

Contra la democracia.

 "Este libro lo escribieron y editaron: Noemí, Anna, Alba, Bea, Laia, Enrique y David, los siete compas anarquistas que tiene secuestrados el Estado Capitalista en cuatro prisiones de la Comunidad de Madrid.

La Audiencia Nacional considera que este libro es “TERRORISMO”, no que haga apología a…, que tampoco la hace, simple y llanamente “TERRORISMO”… Y entonces digo, yo también quiero ir a la cárcel porque estoy totalmente de acuerdo en lo que dice. .."

La democracia se justifica en unos principios que no por mil
veces repetirlos se convierten en verdades, esta justificación
está tan interiorizada que hasta sus opositores creen en estos
principios. La idea inculcada de la bondad de este régimen
en el pensamiento de la población y su inmovilidad nos sitúa
ante la imposibilidad del cambio, nadie se plantea hoy en
día otras formas organizativas, ni tan siquiera otras formas
de vivir.

A nosotras las hijas de la democracia, nos han dicho que
éste es el mejor de los regímenes, nuestros padres y abuelas
vivieron bajo un sistema donde la coacción y la represión
eran más directas y, ahora que se han suavizado las formas,
estamos obligados a aceptarlo desde nuestro nacimiento. ¿Por
qué nosotras vamos a ser una generación más empobrecida
que las anteriores sin haber una guerra de por medio? Por
la situación a que nos ha llevado el irremediable devenir
impuesto por su sistema.

La libre asociación en la que dice fundamentarse no es tal,
ya que desde que nacemos estamos obligadas a pertenecer
a este régimen sin posibilidad de elegir otra forma de
vida, no nos asociamos libremente con las instituciones de
enseñanza ya que no es legal aprender de otra manera, ni
nos asociamos libremente al trabajo porque no controlamos
lo que producimos, ni consensuamos el horario, ni
tenemos capacidad para organizarnos con los compañeros y
compañeras.

El sufragio universal, concepto que a lo largo de la historia
se ha encumbrado como victoria de cada vez más partes de
la población, se pone en cuestión a si mismo, siempre han
dicho que el voto es libre cuando en realidad es una elección
limitada, porque la conciencia no es libre, está supeditada a
la propaganda del régimen imperante y la cultura defendida
por los grupos de poder. También niega la libertad en el
sentido de que se reduce a opinar sí o no o qué partido nos
va a gobernar, negando la posibilidad a desarrollar otras
propuestas de convivencia. ¿Y porqué es anónimo, no hay
libertad de expresión?

En democracia dejamos nuestros intereses, la satisfacción
de nuestras necesidades y la organización de las relaciones
humanas y de la vida, en manos de otras. A través del voto
se supone que elegimos a los que mejor pueden representar
nuestros intereses, pero aquí chocamos con la realidad: Los
partidos políticos defienden sus propios intereses de acuerdo
a las normas por ellos mismos establecidas, buscan acumular
cotas de poder político y económico para mantener su
dominio e influencia sobre el resto de la sociedad.
La crítica a los políticos ya es casi universal, la confianza en
su justicia no existe y su utilización es sólo la prueba de la
incapacidad personal y colectiva de resolver los conflictos,
de su incapacidad de convencer. Las leyes tienen claramente
intenciones económicas, con su afán recaudador, como
pueden ser las multas, o la reforma laboral o directamente
la propia organización económica de la sociedad, mientras
que al mismo tiempo se ejerce una labor represiva recortando
libertades que supuestamente ellas dicen defender (asociación,
prensa, reunión...) a la vez que la cada vez más extendida
amenaza de cárcel (último código de circulación...).
De esta manera se nos convierte de seres humanos en
ciudadanas (o consumidores, o usuarias, o clientes... según
en que ámbito de la vida nos encontremos) imponiéndonos
unos derechos y obligaciones acordes a dicha denominación
y, por tanto, relegándonos a ser mercancía política.

El fundamentalismo democrático no sólo se impone dentro
de los territorios que domina, puesto que el capitalismo para
perdurar necesita expandirse, y lo hace intentando llegar a
todo rincón del planeta imponiendo la democracia, que
es el mejor caldo de cultivo para su desarrollo. No se duda
en emprender campañas bélicas contra territorios donde el
capitalismo no esté arraigado, demonizando sus costumbres
y cultura para buscar la aprobación de la población del país
atacante. Impone un modelo de vida por la fuerza, tanto
dentro como fuera de sus fronteras, mientras vende una
falsa idea de libertad. Nunca antes ha habido tantos medios
represivos y de control social al alcance de ningún régimen.
Se hacen políticas en base a las necesidades del mercado, en
democracia nuestra elección a través del voto tiene como
supuesto objetivo el apoyar un tipo de medidas políticas
que nuestros gobernantes tienen que llevar a cabo ya sean de
izquierdas o de derechas.

En el momento histórico que nos encontramos las dirigentes
políticas no tienen intereses opuestos, independientemente
de su signo, ya que todos deben favorecer la estructura del
estado en la que el capital se desarrolla y aplicar políticas
según las necesidades del mercado en lugar de las personas,
es más, en muchas ocasiones los políticos son beneficiarios
directos al pertenecer ellas mismas a la clase empresarial.

Todas hemos sido testigos mudas de cómo el gobierno ha
inyectado millones de euros a la banca mientras la mayoría
de la gente no tiene trabajo o está sufriendo un desahucio.
También estamos acostumbrados a escuchar cómo las tramas
de corrupción relacionan directamente economía y política.
Sin pelos en la lengua y con poco recelo de esconder la realidad
a la población Emilio Botín afirma que: “a partir de ciertos
niveles la relación entre empresa y política es directa, mucho más
de lo que la gente sospecha, una llamada de teléfono directa, de
móvil a móvil, sin secretarias de por medio”. La democracia no
se basa en el interés común sino que favorece intereses de
empresa a la hora de legislar.

Por lo expuesto concluimos que la democracia no es el
gobierno del pueblo sino el baile de máscaras tras el que se
esconde la dictadura del capital.

SI CREEMOS QUE DEMOCRACIA ES LIBERTAD
NUNCA DEJAREMOS DE SER ESCLAVAS

¡DESENMASCAREMOS ESTA GRAN MENTIRA!
CONSTRUYAMOS LA ANARQUÍA

La democracia: recorrido histórico.
Democracia es un término demasiado vago y general, cuyo
significado muchas veces depende tan sólo de lo que haya
comido la boca que lo pronuncie a fin de mes (si es que ha
comido). Paraíso de algún@s, anhelo de much@s, infierno
para much@s más, lo que sí parece claro es que la democracia
es una forma de gobierno y además una manera en la que se
articula el Estado.
La democracia tiene un origen y un recorrido histórico,
aunque hay muchas formas de democracia, tanto en la
actualidad como a lo largo de la historia. Todas tienen, no
obstante, una filosofía común y unas mismas raíces. Aun a
riesgo de pecar de falta de originalidad vamos a hacer un
breve repaso histórico para ver de dónde sale esta forma
de sutil dominación que tan groseramente nos somete, sin
embargo, cada día.
La democracia se basa, en un principio, en la adopción de una
manera colectiva de tomar decisiones, de elegir gobiernos y
de regular sociedades. Esto no es nada nuevo. Desde tiempos
prehistóricos aparecen consejos, reuniones locales y asambleas
en las tribus humanas para decidir lo que atañe al conjunto
de sus componentes. Incluso en las épocas más arcaicas de
la monarquía, el rey no podía tomar decisiones alegremente
sin, como mínimo, consultarlas con algún tipo de consejo (ya
fuera militar, de sabios, de jefes familiares o de clan, etc.) y
siempre debía respetar una tradición. Lo que cambia de unas
formas de decidir a otras, además de la nada baladí aparición
y progresiva institucionalización de la Autoridad, es el grado
de sistematización y organización de dicha autoridad.

El surgimiento de la democracia: la antigua grecia

La democracia aparecería por primera vez en el siglo V a. C.
en la región griega del Ática. Tras la caída de la monarquía
por causas poco claras y a manos de una rebelión popular, se
iba a imponer una nueva forma de regulación y gobierno en
la sociedad ateniense. Convencidos (y se dice en masculino
porque dicho régimen iba a ser sólo por y para hombres nativos
libres y con propiedades) de que las formas monárquicas o
aristocráticas no eran apropiadas, los atenienses implementarían
una novedosa forma de gobierno basada en arcaicas tradiciones
comunales y en reformas de las instituciones existentes con la
ampliación de algunas competencias de algunos organismos y
la limitación de otras. Aparecen así las magistraturas, que serían
rotativas, se le da más importancia a la asamblea comunal,
aumenta el número de gobernantes, se limita sus competencias
y la duración de su mandato, se equilibra su poder con el de
observadores y jueces para tratar de reducir las arbitrariedades,
etc. La idea de este sistema se mantiene hoy en día aunque
bastante más degenerado.

Mas antes de proseguir explicando el funcionamiento de la
democracia y su evolución hasta los tiempos actuales hay que
hacer una obligada pero importante acotación etimológica,
acompañada de una aclaración histórica sin la cual no se puede
entender el concepto de democracia y su surgimiento en la
Grecia antigua. Ahondando en la probable falta de originalidad
vamos a analizar la palabra democracia y su significado.
Rompiendo algunos mitos y muchas falsificaciones históricas
y lingüísticas se ha de señalar que la palabra democracia no
viene de dos palabras (demos, que supuestamente significaría
“pueblo”, y cratos que supuestamente significaría “poder”,
dando lugar así al término “el poder del pueblo”). La palabra
democracia se deriva de tres palabras: demiurgos o artesano,
geomoros o campesino y cratos o Estado (en griego arcaico, y
no “poder”, significado que, por razones políticas, adquirirá
más adelante, en la época clásica, para justificar el orden social
vigente).
De la fusión de las dos primeras palabras demiurgos y geomoros
surgirá una nueva, demos, que va a aparecer en época clásica,
siendo por tanto un neologismo que no existía
cuando se funda este orden socio-político. Con este juego
de palabras entre artesano y campesino se formará la palabra
“pueblo” para justificar el nuevo aparato estatal y refrendar
el orden social impuesto. Claramente el pueblo son los
artesanos, comerciantes y campesinos y para ellos está hecho
el nuevo régimen. Quienes no formen parte de estas clases,
no serán parte del pueblo. Así pues nos encontramos con que
democracia no significa “el poder del pueblo”, sino el “Estado
de los artesanos y los campesinos”.
Estos dos estamentos iniciaron hacían finales del siglo V a.
C. una rebelión contra la monarquía ática, a la que, en una
época convulsa y confusa y mediante un proceso y por unas
causas no muy conocidas, derrocarían para instaurar el nuevo
modelo. Pero además conviene hacer una nueva aclaración. La
sociedad ateniense en el momento inmediatamente anterior a la
instauración de la democracia estaba compuesto por tres clases
o estamentos sociales: los eupátridas, en la cima de la pirámide,
que eran los nobles y el estamento de entre el cual salía el
monarca; los demiurgos que eran los artesanos y comerciantes,
pero no unos artesanos cualquiera, sino los maestros artesanos
y dueños de los talleres (es decir personas con esclavos y
asalariad@s que dirigían la producción y el comercio al servicio
de los eupátridas); y los geomoros o campesinos, campesinos
propietarios de tierras y dueños de esclavos. Estos tres eran los
estamentos de entre los hombres libres, estamentos subdivididos
a su vez según rango, riqueza y posición social. Después en la
escala más baja de la pirámide estaban los metecos o hijos de
padre ateniense y madre extranjera (que solían ser los asalariados
o los ayudantes de demiurgos y geomoros), hombres libres pero
que no tenían los mismos derechos que los atenienses libres, y
más abajo aun estaban los esclavos. A parte estaban las mujeres
que no sólo no gozaban de la condición de “ciudadanos” sino
que ni tan siquiera alcanzaban la categoría de “personas”.

Es con estas características y en este contexto que nace la
democracia. Al principio de una forma tosca, después, a casi
un siglo de su fundación, Pericles la perfeccionará aun más (y
en su “perfeccionamiento” surgirá un nuevo tipo de régimen:
la tiranía, la primera forma estatal dictatorial de la historia).
El funcionamiento democrático iba a ser relativamente
sencillo. Los atenienses mayores de edad (hombres libres con
propiedades) se reunían en el ágora o plaza en representación
de sus familias (mujeres, hijos y esclavos) y allí escogían un
número limitado de magistrados por un periodo de dos años.
Cada magistrado tenía una función específica. Unos serían
jueces, otros gobernantes, otros controlarían al gobierno,
otros funcionarios, etc. En las asambleas del ágora, que eran
relativamente periódicas, los propietarios delineaban las líneas
generales de la dirección de la polis y la política de la ciudad
y los gobernantes se encargaban de ponerla en práctica con
un margen de maniobra bastante amplio, pero ciñéndose
a lo decidido por las asambleas. La mayoría de las veces
funcionaban mediante simple referéndum o eligiendo entre
propuestas presentadas por los magistrados o las comisiones
elegidas para algún asunto específico. Los referendum solían ser
bastante generalistas, quedando la aplicación de las decisiones,
las modalidades y los tiempos en manos del gobierno. Lo
que un gobernante no podía hacer era saltarse a la torera las
decisiones asamblearias u obrar fuera de las directrices (bastante
amplias) marcadas. Claro que las intrigas, conspiraciones y
manipulaciones preexistían en bastantes siglos a la democracia
con lo cual siempre podía aplicarse alguno de estos corrientes
métodos políticos para justificar lo que fuera. En caso de
duda o falta de acuerdo, tradición, oráculos y sacerdotes (lo
que venía a ser más o menos la misma cosa) se encargaban de
“aclarar” la incertidumbre.
Es importante señalar el hecho de que las magistraturas, elegidas
por periodos anuales o bianuales, no eran cargos remunerados, con
lo cual se limitaba aun más el acceso a las mismas (¿quién podía
permitirse el lujo de desatender sus actividades o negocios durante
uno o dos años para cumplir con la patria sin arruinarse?)

Este “paraíso” social construido sobre la sangre de esclavos
y mujeres quedaría sólo reducido para la hermosa ciudad
de Atenas. Ciudad que en el 435 a. C. época del apogeo de
Pericles, era la más grande del mundo conocido con más
de cien mil habitantes (lo que hace bastante más aplicable
este aberrante régimen que en países enteros con decenas o
centenares de millones de habitantes). Para el resto sólo quedaba
el vasallaje, pues Atenas fue un imperio tanto comercial como
militar que sometió a sus vecinos y derrotó en tan enconadas
como duraderas guerras a todos los demás imperios regionales
rivales (a sus vecinos del sur, los lacedemonios – espartanos
para la posteridad -, o a sus menos vecinos del este, los persas).
Atenas llegó a liderar un auténtico imperio comercial, político
y militar, basado en ligas y federaciones en las que imponía
su hegemonía, que se extendería, sin necesidad de la típica
invasión militar al uso, desde la actual Turquía a Girona a lo
ancho, y desde la actual Eslovenia a Túnez a lo largo.
El cada vez más paulatino incremento de la autoridad y la
solidificación cada vez más brutal del poder derivarían en
sucesivas tiranías, o formas estatales dictatoriales justificadas
políticamente y dentro de unos márgenes jurídicos y políticos
(a diferencia del antiguo régimen de los faraones egipcios,
por ejemplo, justificado mediante la religión y con un poder
ilimitado) y a imperios puros y duros como el de Alejandro
Magno, cuyos sucesores harían sucumbir el esplendor griego a
manos de unos vecinos occidentales con la espada más larga:
Roma, quien también habían empezado su glamour con una
democracia a imitación de la griega (aunque aun más autoritaria
y corrupta) que luego se les iría un poquito de las manos.

El disparate continúa: de la edad media a la revolución inglesa

Como la historia no es lineal, sino aparentemente cíclica, y
esta llena de “avances” y “retrocesos” nos encontramos con
que la epopeya democrática sufrirá dos duros reveses que
virarán su nave hacia puertos más dictatoriales. La primera
fue la degradación democrática con Pericles, cuyo golpe de
gracia sería dado después por un tal Alejandro, con espíritu
tan viajero y conquistador como déspota. Con la democracia
en los camposantos de la política unos amigos latinos con una
república que bien se podría considerar como democrática
iban a aparecer en la escena del Mediterráneo y a conquistar
gran parte del imperio de este mozo, Alejandro, que viviría
rápido y moriría joven. Una poderosa república romana que se
extendía militarmente mucho más allá de lo que Atenas hizo
nunca se reservaba la democracia para ella sola, imponiendo
gobernadores locales al resto pero respetando su estilo de
gobierno. Esta república poco tiempo después, y en un giro
del guión propio de Star Wars, se convertiría en un imperio
por los siglos de los siglos, siendo tan duradero su legado que
una vez derrumbado a manos de la decadencia y las tribus
bárbaras se descompondría en un mosaico de reinos despóticos
regidos por una mezcolanza entre derecho romano y derecho
consuetudinario germánico.

Gran regresión desde el punto de vista democrático que iba
a tener un nuevo despegue siglos después de tumbada la
república romana, última democracia formal de la Antigüedad.
Concretamente quince siglos después. En el XIV después de
cristo varias ciudades-estado se habían formado en el norte de
Italia, fruto del comercio y la descomposición por guerras y otras
perrerías de reinos más grandes. En ellas una incipiente burguesía
comercial, heredera salvando las distancias de aquellos demiurgos
y geomoros de casi dos mil años antes, iba a instaurar un nuevo
régimen, inspirado en la democracia anterior, en las formas de
concejos comunales de la tradición medieval y, sobre todo, de la
más poderosa razón de Estado. Bodino y Maquiavelo escribirían
sendos e importantes tratados sobre cómo articular el estado.
Nuevas formas de democracia basadas en el mérito y el dinero se
iban imponiendo en unas ciudades en cuyo gobierno se instauraba
una asamblea comunal con representación de potentados electos
que tomaban las decisiones en nombre del pueblo (nos vamos
acercando mucho a la actualidad, demasiado).

Y de esos polvos, barridos por la tormenta de agua de los
imperios y los primeros estados absolutistas, vendrían los lodos
democráticos del primer parlamento merecedor de tal nombre
y de la primera república moderna de la historia: tras un baño
de sangre que acabaría en guerra civil, el Reino Unido de la
Gran Bretaña (que aún no Irlanda del Norte) obsequiaría a
su rey, a la sazón de nombre Carlos, con una entrada para las
mazmorras ex-reales. Y mientras Carlos se divertía disfrutando
de los últimos momentos en los que iba a sentir el peso de la
cabeza sobre sus hombros, un fanático gentleman puritano de
apellido Cromwell iba a imponer la primera y única república
inglesa en 1649, tras un año de guerra civil en la que, además
de eliminar a los monárquicos, eliminó también a otras
facciones políticas defensoras de lo que los eruditos han dado
en denominar “proto-comunismo”.

La primera democracia parlamentaria de la historia de la
humanidad se iba a desarrollar cruentamente e iba a instaurar
un sistema de elección censitaria para elegir los ciento y pico
diputados de la cámara de los comunes (porque ya no eran nobles
sino miembros de la gentry o burguesía comercial y campesina)
que a su vez elegirían el gobierno y éste al “presidente” de la
nación. Esta iba a ser la inspiración y el inmediato antecedente
histórico de la revolución francesa, dando la burguesía, cercana
al poder pero apartada formalmente de él, un puñetazo en la
mesa para reivindicar su papel dentro del Estado. Un estado
que se iba acomodando de manera más o menos natural
a los nuevos tiempos, fruto, muchas veces, de sus propias
decisiones.
Cuatro años exactos iba a durar la tontería, porque sin tiempo
para una segunda legislatura Cromwell daría un golpe de
Estado para nombrarse alto protector de Inglaterra. Seis años
de dictadura en la que acumuló todos los poderes que antes
tenía el rey (con la salvedad de que, igual que los bolcheviques
unos siglos más tarde, tendría la decencia de no usar ese título
sino otro más apropiado) para, paradójicamente, salvar la
democracia de sí misma. Tanta corrupción...

No se extendió el ejemplo, de momento, y el islote inglés
volvió por sus fueros a una restauración democrática en la
que Holanda pondría una dinastía al viejo estilo del “porque
yo lo valgo y mi marina de guerra pega más fuerte”. Un nuevo
rey de la dinastía de Orange pondría fin definitivamente a la
aventura democrática y a sus consecuencias y se fijaría en una
islita al lado de Inglaterra, a mano izquierda según se mira el
mapa. Seguro que a Irlanda no le hizo mucha gracia cómo
acabó todo. Si alguien quiere saber más sobre la dinastía y la
orden de Orange que pregunte en Derry.
Es curioso como hay procesos que se repiten una y otra vez
en la historia y como las clases medias tienen la dichosa
tendencia de hacerles el trabajo sucio a las clases altas para
luego reclamar su parte. Parte que es reclamada en forma
democrática para que acaben gobernando los comerciantes en
lugar de los militares. La clase media es siempre tan altruista...
pero las cosas cambian y se hacen más complejas, y justo cien
añitos después esas jóvenes colonias de ultramar iban a seguir
el ejemplo de su hermana mayor Inglaterra y a instaurar una
democracia muy similar y que también iba a convertirse en
una potencia mundial. No en vano copiaron su filosofía. No
en vano tras la restauración cientos de republicanos fueron
desterrados a América.

El disparate se consolida: de los jóvenes EE.UU a la revolución francesa

El proceso colonial en América del Norte fue diseñado por el
Estado inglés pero su ejecución fue “terciarizada”. Se privatizó
el proceso colonial y la corona a cambio sólo recibiría gloria e
impuestos. Pero en las 13 colonias al sur del lago Michigan
eran los propios colonos los que “cortaban el bacalao”. Ellos
decidían sus formas de gobierno, de justicia y de organización
social, rindiendo fiel vasallaje y pagando puntualmente cada
año a Inglaterra, que se entrometía lo justo y necesario en el
proceso.
El hecho de que se viera América en el imaginario colectivo
como una tierra de libertad, a donde poder escapar
de la tiranía (y donde muchos cromwellianos y “proto-
comunistas” encontraron refugio) invitaba a crear nuevas
formas de vivir y a una cierta experimentación. Las recién
nacidas ideas del liberalismo político encontraban plena
receptividad allí. Derivadas del protestantismo más light inglés
(republicano, socializante y receloso de la autoridad estatal)
recibe con agrado las primeras líneas teóricas del liberalismo,
antiestatal aunque defensor de la propiedad privada.
Cansados de una colonización de más de un siglo en la que,
además de exterminar nativos americanos, no habían hecho
más que pagar impuestos abusivos, las colonias dijeron basta
y lideradas por ricos terratenientes de ideas descabelladas
(recelaban del gobierno, no podían ni ver a los bancos, odiaban
la monarquía pero defendían la propiedad privada fruto del
esfuerzo individual y la libertad de comercio) se rebelaron.
Tras seis años de guerra los Estados Unidos de Norteamérica
(las 13 colonias convertidas en trece estados de una Unión
en forma de estado federal que llegaría a alcanzar cincuenta
estados) declaraban su independencia y articulaban la primera
democracia moderna de la historia.
Una república presidencialista con forma de federación y
una constitución muy liberal había nacido. Una especie de
democracia directa censitaria acabó degenerando en un sistema
de representación (como no puede ser de otra forma, sobre
todo si la presunta democracia directa se aplica a lugares con
cientos de miles o millones de habitantes). En un principio no
había partidos políticos y se elegían listas abiertas de diputados
(congresistas) y senadores de entre unos candidatos hombres,
mayores de edad, blancos y propietarios, dado que los cargos
no eran remunerados, para ser votados por un censo electoral
de idéntica composición. La Grecia clásica y la revolución
puritana eran la inspiración. La constitución era muy liberal
con muchas limitaciones a los poderes, de los cuales recelaba.

Pero la república era presidencialista y aunque el margen de
maniobra para los de abajo era muy grande, el poder, aunque
disperso en varias instituciones, también lo era, quedando todo
atado y bien atado. La clase media de granjeros propietarios y
comerciantes, los que le hicieron el trabajo sucio a la corona de
Inglaterra compuesta por nobles y militares, volvía a gobernar,
siempre tan altruista. Y esta vez no sería un islote sino que
comenzaría a extenderse y a restringir cada vez más la ya de por
sí espuria y limitada libertad.

Si los EE.UU marcaron el camino, otro gran baño de sangre
inspirado también en el liberalismo político y en las teorías del
contrato social, pero esta vez en versión europea continental (lo
que suele equivaler a Francia y, a veces, a Alemania) pondría
a la renacida democracia en el lugar que le corresponde; y
como las nuevas olimpiadas, que recuperan el espíritu de las
viejas aunque no son lo mismo, auparían una serie de valores
al poder. La burguesía desbancaba a la nobleza, en un proceso
que empezaba aquí y que duraría un siglo, cual fila de fichas
de dominó en caída libre, en un proceso de regeneración
del estado (a veces sin el consentimiento de los gestores del
aparato, otras veces maquinado totalmente por éstos). Y
así, tras matar mucha gente y pasar por varios modelos de
democracia y tipos de estado (de la monarquía parlamentaria
de los girondinos a la república del terror jacobina) entronaron
la idealización que todos tienen en mente cuando se habla en
abstracto de la democracia, al menos parlamentaria. Total para
acabar con un gobierno elegido mediante el sufragio censitario
(aunque tuvo una época de sufragio universal masculino,
todo sea dicho) masculino donde mandaba la clase media de
comerciantes e industriales, (que desde unos cincuenta años
atrás ya no artesanos) que reclamaba el haberle hecho durante
años el trabajo sucio a la nobleza. La aventura terminó con
el golpe de estado de Napoleón y otro nuevo imperio. Tanta
corrupción...

Aunque la historia va y viene, vemos que el proceso democrático
siempre es el mismo. El estado no da más de sí y las clases
medias toman el relevo (por la fuerza o con consentimiento,
como el caso de los demás países de Europa y de la Inglaterra del
XVIII) para instaurar el gobierno total de la economía. Porque
si algo diferencia la democracia de otras formas históricas de
gobierno es que trata de abarcar, sobre todo la liberal, todos los
aspectos de la vida. Tiende a regularlo todo, a legislarlo todo y
a adoptar patrones economicistas para hacerlo, de tal manera
que la democracia posibilita el capitalismo y éste puede hacerse
autónomo pasando a ser un factor clave más cuando antes era
sólo un “simple” medio de producción creado por, y al servicio
del, Estado.

La democracia no ofrece la libertad, a lo sumo es una posibilidad
degenerada del ejercicio de ésta. Posibilidad que siempre es
opresiva y que siempre termina siendo liberticida del proceso
muchas veces ”libertario” (revuelta contra la monarquía, la
tiranía o la dictadura, aunque no siempre) que la gestó.
Con la democracia liberal esto se reforzará aun más y la opresión
democrática alcanzará cotas inimaginables perfeccionando la
maquina de dominación estatal y sobre todo estatal-capitalista
a unos niveles intolerables.

El disparate triunfa: de las democracias liberales a la actualidad

Entre los charcos de la última lluvia y en una acera no muy
frecuentada llega el pardao a tocar su guitarra, reza una
canción de Los Suaves. La lluvia era una serie de rebeliones
anti-nobiliares, la acera no muy frecuentada el liberalismo
político, y el pardao esa burguesía muchas veces secundona y
marginada del poder político pero tan necesaria en el devenir de
la alta política de estado. Para el siglo XIX viendo el imparable
ascenso del estamento comercial y de su economía capitalista
(que pasó a ser un sistema de producción y reproducción de
mercancías y relaciones sociales mercantilizadas impulsado por
la burguesía desde un “simple” modo de producción a gran
escala diseñado por el estado inglés al servicio de su militarismo)
muchos estados de Europa asumen el nuevo modo de vida
basado en una democracia parlamentaria complementado
con una economía industrializada tendente al libre mercado
relativo. Las noblezas y los aparatos de estado de Reino Unido
(de la Gran Bretaña y, ahora sí, Irlanda del Norte) y de una
aun no unificada (de derecho) Alemania pactan con la gentry
e imponen la nueva sociedad. Las noblezas de otros países,
Francia incluida, en especial los reinos del este europeo, son
más cabezonas y recalcitrantes y tienen que ceder al impulso
del progreso y de dos oleadas revolucionarias llevadas a cabo
por el pueblo aunque dirigidas (como casi siempre) por la
burguesía en el nombre del nacionalismo más patriotero y del
libre mercado, ah, sí, y también de la democracia.

La combinación es perfecta y se expande como la pólvora. El siglo
XIX será conocido como el siglo de las revoluciones liberales.
Pero este término no se refiere a que las masas amotinadas
corran a tiros a los reyes sátiros (lo que ocurriría en menos de
una decena de países) sino a que, una vez en el poder político de
la manera que sea (revolución, elecciones, a dedo, por invasión,
por reforma del estado, etc.) el liberalismo impone a sangre
y fuego su economía, su modelo político y su nueva forma
de vida, que, por primera vez en la historia de la humanidad
será totalitaria porque hará lo imposible por hacerse extensiva
a todas las capas de la sociedad. Se diseña el nuevo proyecto de
dominación, surge el estado contemporáneo, liberal-burgués y
democrático que se homogeneizará ahogando en sufrimiento
culturas, lenguas, formas de vida ascentrales de las que aun
quedaba algún resabio. El estado se centraliza basándose en
una imposición cultural, lingúística, religiosa y económica
sin precedentes. El nuevo modelo es la Francia del XIX: un
estado-nación centralizado, un poder político democrático
y burgués, una economía de libre mercado (cuando ello es
posible), una cultura, la de la burguesía parisina, unos valores,
los de la competitividad y la propiedad privada, que pasa a ser
sagrada, un sistema educativo, que impone una sola lengua,
el parisino (aniquilador de decenas de otras como el corso, el
lorenés, el bretón, el euskera, el ocitano, el catalán, el marsellés,
etc, la lista es interminable). Quien se resiste termina en el
cadalso.

El caso del reino de España también es paradójico, con
pronunciamientos, tres guerras civiles, rebeliones coloniales,
dos guerras carlistas y otra cantonalista, un idioma que se
impone (el castellano) y un dato revelador: en cien años los
muertos a manos del estado liberal llegan a ser una cuarta parte
de los muertos a manos de la Santa Inquisición en quinientos
años, una cuarta parte. Algo similar ocurrirá en Italia con
la unificación vía masacre de Garibaldi y la imposición del
capitalismo industrial, la democracia parlamentaria y el
toscano-florentino como lengua.

Esto trajo la democracia parlamentaria y su hermanito el
capitalismo: decenas de miles de muertos, usos y costumbres
arrasados, concejos municipales desarticulados, tierras
comunales alambradas, parceladas y privatizadas, medio
ambiente arrasado por la industrialización. Solamente en el
siglo XVII, cuando el capitalismo surge impulsado desde el
estado como modo de producción a gran escala para atender las
necesidades bélicas, Felipe II hace deforestar media provincia
de la actual Zaragoza, provocando la aberración del conocido
desierto de los Monegros, tan pródigo en festivales musicales
veraniegos para la moderna juventud, para construir su famosa
armada invencible, incapaz tan siquiera de cruzar un canal un
día lluvioso.

Tras el baño de sangre, en plena escalada capitalista, en un mundo
en el que la democracia se extiende y globaliza llegamos al siglo
XX, el siglo en el que más aumentaron las desigualdades sociales
en toda la historia de esta curiosa especie que es la humana
(en Matrix dicen que no somos mamíferos, sino virus, porque
devastamos todo lo que hay a nuestro alrededor y cuando no
queda nada nos largamos a otra parte, hoy en día al espacio).
Dos guerras mundiales por intereses comerciales y ambición
política, es decir, simple y llanamente por poder, acaban de
rematar nuestra desgracia y apuntalan el orden mundial de
manera definitiva. Después de la segunda guerra mundial se
diseña un sistema perverso basado en el falso enfrentamiento
político-ideológico entre dos irreconciliables enemigos que en
el fondo no eran más que competidores económicos. Pero eso
sí, ambos se definen como democráticos (unos parlamentarios
y otros populares) y ambos son capitalistas (unos de libre
mercado y otros de estado). Pero este orden, como todo en la
vida, ya lo decía el bueno de Heráclito el oscuro, no iba a durar
para siempre y a finales del siglo XX uno de los dos bloques,
y todos sabemos cuál, se derrumbó, perdió la competición.

El paradigma liberal-democrático había triunfado pese a su
pequeño contratiempo socialista. Claro que de por medio la
sangre de explotados y oprimidos regaba las yermas tierras
de la desesperación. Unos aniquilados, otros aniquilados tras
ser traicionados, todos fueron derrotados por la autoridad.
Uno por uno los sueños de libertad de miles de individuos
que, salidos de la nada habían alcanzado las más altas cotas
de la miseria, se fueron al traste. Es lo que trae confiar en los
sostenedores de la autoridad (sean aristócratas, burgueses,
proletarios; sean monárquicos o republicanos, capitalistas o
comunistas, demócratas o dictadores) en lugar de confiar en
uno mismo y en la pasión por la libertad.
Esta es la historia de la democracia, historia que no ha traído
más que desgracias y penurias bajo los ropajes de una supuesta
libertad y bienestar, con lo que nos han vendido la moto.
Uno de los casos más recientes y obvios: el reino de España.
Libertad, libertad, sin ira libertad, se cantaba al final de una
dictadura impuesta en 1936 por la Iglesia y la Banca y apoyada
a la larga (activa o pasivamente) por las potencias mundiales,
cuyo final se produjo porque el dictador se murió de viejito en
su camita. Radicales de todos los pelajes, liberales, cristianos,
comunistas, derechistas, demócratas todos nos trajeron un
pacto social, idílico según el rey, una democracia parlamentaria
fascistizante (no mucho peor que otras, pero sí más grotesca y
menos fashion, un producto netamente ibérico) que nos ha
conducido (argumento para los adoradores del progreso) al
mismo punto que cuando llegó a tierras de iberia por primera
vez la democracia liberal. Con una ligera diferencia: las ansias
de resistencia y de libertad brillan por su ausencia y en su lugar
se pone de moda la tibia protesta ciudadana que exige que el
estado se comporte bien para poder consumir sin freno y tener
más “libertades”. Alguien no se da cuenta de que, el estado en
general, y la democracia en particular, no son la solución, sino
parte del problema.

Crítica a la democracia actual
Revisando la historia del concepto democrático

Hablamos de democracia y aparece en nuestra cabeza el
mundo idílico de la Grecia clásica: hombres con toga,
charlando civilizadamente bajo el sol mediterráneo, envueltos
en blancas togas. Pensar esto es faltar claramente a la verdad.
La gran mayoría de las personas que vivían en la cuna de la
democracia lo hacían en la esclavitud, y del poder decisorio
quedaban excluidas también las mujeres. En el maravilloso
origen de la idea democrática sólo mandaban los hombres
propietarios y su poder se extendía a todas sus propiedades,
incluida la familia, incluidos los esclavos (¿os suena?). Eso sí,
los propietarios se trataban entre ellos como hombres libres
e iguales, cada uno mandaba y obedecía sucesivamente; y la
polis no se construía ideológicamente contra la naturaleza sino
que era la culminación de la organización social para que los
hombres libres (recalquemos esto de hombres libres, es decir,
propietarios) pudieran vivir bien.
Pero esta idea de sociedad supuestamente armónica desaparece
bajo el rumor de los tiempos, y no tiene nada que ver con
nuestra democracia. La que nosotrxs sufrimos es fruto de una
evolución histórica concreta que se inicia con la creación del
Estado moderno, que nace en un momento, un espacio y
unos paradigmas ideológicos determinados. En el siglo XVI
aparecen Hobbes, Locke y demás amigos que elaboran la teoría
del contrato social, escandalosamente viva aún hoy. La sociedad
civil, que vendría a ser la polis griega, sigue dándose entre los
hombres libres (propietarios), pero aparece un nuevo ente, el
Estado, donde los hombres libres ya no son iguales entre ellos.
El Estado es una creación artificial para tratar de resolver el
conflicto original, porque lo natural es la lucha de todos contra
todos, por eso de que “el hombre es un lobo para el hombre”
(por favor, nótese la ironía).

Se impone una organización vertical: una autoridad soberana
sobre los ciudadanos-súbditos. El nuevo paradigma de lo
que es la sociedad se levanta contra una naturaleza caracterizada
como violenta y opresiva que precede a aquello civilizado:
la política. Por esto, el triunfo de la sociedad es la creación
del Estado moderno, que no es más que la domesticación
de la naturaleza, con todo lo que eso comporta.

Después se sucederían las revoluciones burguesas: la inglesa,
la independencia de los Estados Unidos, la francesa... La
construcción del Estado tal como lo conocemos es fruto de
una historia y no debe pretender entenderse sin contemplar ese
desarrollo ideológico y material concreto. El Estado moderno
aparece ligado al Estado-nación, a la división de poderes como
garantía, a una retahíla de derechos y obligaciones inalienables.
Que los años pasaran, que se sucedieran las guerras y las
revoluciones, que ante la amenaza soviética se consolidase el
Estado de bienestar no cambia ni la sustancia ni el significado
del Estado moderno. Más allá de una relativa ampliación
de los límites de lo que es tarea del Estado en el Estado del
Bienestar, o de una supuesta participación de lxs ciudadanxs
en el funcionamiento formal del Estado democrático, estas
variantes del Estado moderno no tienen más objetivo que
seguir tratando de mantener ese orden artificial construido
contra y sobre la naturaleza y lxs ciudadanxs-súbditxs, haciendo
equilibrios conforme con las circunstancias y los requerimientos
históricos.

La institucionalización del Estado moderno y, aún más, su
forma democrática, implica el nacimiento de la ciudadanía.
Los individuos dejan de serlo y pasan a formar parte de una
realidad superior, el Estado, que les proporciona seguridad
mediante la conservación de unos supuestos derechos
naturales e inalienables pero que neutraliza también sus
tendencias perniciosas para la colectividad. De este supuesto
derivan tres cuestiones clave, a saber: la primera, qué es y que
no és considerado pernicioso para la colectividad, y quien lo
decide; la segunda, qué medidas se utilizan para neutralizar
estas tendencias perniciosas; y la tercera, estos derechos que
emanan de una autoridad superior a unx mismx sólo se tienen
cuando la autoridad los reconoce y tiene a bien concederlos.
Es el Estado quien define las tendencias perniciosas para la
colectividad, quien otorga los derechos y quien los garantiza,
quien decide qué es un derecho y qué no lo es, y quien los
impondrá o revocará por la fuerza si es necesario, pues para eso
goza de su monopolio.

Oposición a la democracia.

Sobrevivimos en un sistema de dominación. Cuando decimos
esto queremos decir que nuestras vidas estan sometidas y
condicionadas por multitud de relaciones de poder que derivan
de estructuras enormes y profundas que se pueden concretar
en la clase, el género y la raza. Estos ejes de desigualdad tienen
bases tangibles.

Obviamente hay bases materiales, y si pensamos en los hombres
libres de la polis griega, es decir, en los propietarios, y en lxs
esclavxs, lxs que trabajan y tienen una vida constreñida por tener
un lugar donde dormir y algo que comer, tal vez podríamos
encontrar puntos en común. En unos momentos en los que
no se habla más que de crisis económica, hay que valorar cual
es la relación entre economía y política. Consideramos que la
democrácia es la fachada política del sistema económico que es
el capitalismo. Que son dos piezas que pertenecen a la misma
maquinaria, y que se relacionana entre ellas en una especie
de simbiosis para garantizar la continuidad del statu quo. El
Estado cubre las necesidades económicas de grandes empresas
y bancos, si es necesario, y da subvenciones y ayudas, sólo
si es muy necesario para mantener la estabilidad del sistema
económico y proteger la paz social.
También hay bases legales, esto es, ideológicas: si nos ponemos
a analizar cualquier declaración de derechos (y si lo hacemos
no es para concederles la más mínima validez, sino porque
son manifestaciones explícitas de las ideas e intenciones del
Poder) vemos que no sólo regulan aquello que supuestamente
pertenece al ámbito público, como los derechos políticos o
el derecho a la propiedad privada, sino que pretenden cubrir
todas las esferas, también aquello pretendidamente privado. Es
desde el Estado donde se construyen, se prescriben y se (de)
limitan todas las relaciones: las políticas, las económicas y las
personales.

Estas bases ideológicas que son las que hacen que se perpetuen
las desigualdades, que todxs sus súbditxs nos relacionemos
partiendo de ellas: prescriben, delimitan y justifican pautas
de comportamiento. Es el pensamiento democrático, que
dicta lo que debe hacerse y lo que no y, aún más, cómo debe
hacerse. Si hemos dicho que el Estado se entromete en todo, en
cualquier momento y situación, el pensamiento democrático
es su garante. Pensamos lo que el Estado y sus herramientas
de control (la escuela, los medios de comunicación, la presión
de vecinxs y familiares) permiten que pensemos. Se supone
que en un Estado democrático somos libres de pensar lo que
queramos, pero nuestra imaginación se ve atrapada en la
imposición de una realidad muy concreta y acobardada por
el miedo a la marginación o al oprobio. Aún más, aunque
logremos pensar algo que no deberíamos pensar, el Estado
tiene aún más herramientas amenazantes por si se diera el caso
de que se nos ocurriera llevarlo a cabo: la represión en todas
sus formas (cuerpos policiales, cárceles, psiquiátricos, centros
de menores y demás instituciones que defiendan la sociedad de
semejantes tendencias perniciosas).

Sea como fuere, la cuestión es que en las formas contemporáneas
del Estado moderno este ya no está sólo contra y sobre los
individuos, sino también dentro de esos individuos. Su poder,
pues, es más sútil, menos visible y, por ello, más peligroso. El
Estado no es una estructura ajena a nosotrxs, no es un ente
abstracto ni una realidad tangible sólo a nivel de condiciones
materiales o de instituciones políticas, sino que es una realidad
que pretende abarcarlo todo y cuyo orden está presente en
(casi) todo, una realidad totalitaria en el sentido más crudo
y literal del término. Ser conscientes de ello, desafiar al
Estado en todas sus formas y en cada momento, desmontarlo,
destruirlo... atrevernos a imaginar nuevas maneras de vivir y de
luchar contra esa realidad que nos constriñe.

Ley de mayorías

Éste es quizá el mito más sólido sobre el que se edifica la
democracia: la mayoría es el ente abstracto con atributos de
autoridad incuestionables sobre el cual nadie duda o vacila, el
dios pagano que utiliza la democracia a la hora de cometer sus
desmanes.

Pero ¿verdaderamente cuenta la mayoría poblacional
cuantificable en el sistema democrático parlamentario? Podemos
citar algunos ejemplos que nos clarifiquen esta pregunta;
entre ellos el de la constitución española, “incuestionable”
paradigma de legitimidad democrática sobre el que babea
desde el izquierdista más ortodoxo hasta el ultra-derechista
más recalcitrante.
Estudiando los datos oficiosos, en el referendum sobre la
constitución en 1978, sobre una población censada de 36,8
millones de habitantes, sólo expresaron su conformidad con
la “carta magna” un total de 15,7 millones: el 40%. Así, la
mayoría cuantitativa, es decir, los 21 millones restantes no
dio su conformidad, ya sea porque se abstuvieron, votaron en
contra o carecieron de derecho a pronunciarse. Esta claro que
dicha constitución fue votada por una minoría de la población
del estado español, a la que la democracia les atribuyó valores
de “representatividad de la voluntad general”.
Por lo tanto es palpable que ni la mayoría de la población ni
la mayoría del cuerpo electoral (ni mucho menos las siguientes
generaciones que en dicha consulta aun no habían nacido o
incluso la anteriores que puedan haber cambiado de opinión)
le han dado el visto bueno a esta constitución. Es pues una
falacia que ésta haya de ser de inexcusable acatamiento porque
se corresponda con un voluntad mayoritaria; en todo caso se
acata por estar forzosamente impuesta y defendida (y no con
liviandad, por cierto) por los cuerpos y fuerzas de seguridad
del Estado, la magistratura y las prisiones, entre otros. Casos
idénticos se pueden utilizar para las elecciones generales,
municipales, etc, ya que, en una democracia es siempre una
minoría del “cuerpo electoral” quien decide qué partido
político optará a gobernar el país y qué grado de representación
parlamentaria tendrá. Porque esa es otra, ni siquiera es que se
elija el gobierno ni a las personas que lo ostentarán, sino que
se elige la lista presentada por el partido y luego, ese partido
elegido por la minoría mayoritaria del censo electoral irá al
parlamento junto con otros partidos (elegidos por minorias
aun menos mayoritarias) y entre todos sus representantes en él,
elegirán presidente de gobierno (y éste conformará el gabinete).
Esto claramente es una oligarquía democrática.

No obstante, y pese a lo aquí denunciado (complementado en
un siguiente apartado en el que se explica el funcionamiento
de la ley electoral), esto no significa aceptar las reglas
democráticas en otras condiciones, es decir, no aceptamos la
presión de ninguna minoría a ninguna mayoría (real o ficticia)
ni viceversa. Motivos hay muchos, entre ellos porque estamos
por el reconocimiento de todos los intereses, sean estos
mayoritarios, minoritarios o individuales: la ley de la mayoría
no es sinónimo de tener razón y en la historia podemos
encontrar muchos ejemplos a ese respecto. Otro motivo es que
nos negamos a ser cosificados como porcentajes en función de
los cuales se nos dan o se nos quitan derechos: ni queremos
derechos, ni queremos deberes, a lo sumo hablaremos de
necesidades, deseos, intereses,... que tenemos, no permisos u
obligaciones que nos impongan o concedan. No hablaremos
tampoco de los intereses de mayor número, sino del número
de intereses. Defendamos lo colectivo, sí, pero también al
individuo y su libertad.

Ante la indisolubilidad de la pareja democracia/engaño
reivindicamos el combate al discurso democrático (y a su
práctica) desde una ética anárquica, enmarcado en el combate
contra toda autoridad, sea ésta democrática (parlamentaria,
participativa, popular y/o directa), dictatorial o cualquier
otra.

Derechos

Los derechos son las concesiones que otorga un poder
establecido, es decir, lo que se ese poder permite hacer a quienes
somete. Los deberes son las imposiciones de ese mismo poder,
es decir, lo que obliga a hacer. Derechos y deberes son por lo
tanto un binomio ya que los unos son contrapartida de los
otros y viceversa. Lo cual, y dado que los dos puntales de la
democracia son la ley de mayorías y los derechos, nos lleva a
varias reflexiones.
Una es que las personas no tienen derechos, sino necesidades
vitales. Confundir derechos con necesidades es un grave error
que nos viene de la mano del pensamiento autoritario. Se tiene
necesidad de alimentarse, respirar, abrigarse, dormir, gozar,...
si estas necesidades no se cubren se pueden tener carencias y
enfermedades. Nadie puede concedernos el derecho a la vida
(a lo sumo nos la pueden dar o quitar) salvo en formas de vida
autoritarias y/o domesticadas.
Otra es que quien tiene derechos tiene deberes y, como se ha
señalado antes, esto es axiomático. Todo derecho implica que
alguien te lo reconozca y ese alguien a cambio te reclamará
deberes.
Otra más es que para tener derechos se ha de ser súbdito (de
un rey), ciudadano (de un estado de derecho, o una república)
o demócrata. También tienen derechos quienes sufren las
dictaduras, l@s niñ@s en las escuelas, l@s pres@s en la cárcel,
los animales, las “minorías”, etc.

Una nueva reflexión, ahondando en las anteriores, es que para
tener derechos es necesario ser gobernado, domesticado y por
lo tanto hay que estar oprimido, o lo que viene a ser lo mismo,
esta reflexión nos lleva a que quien tiene derechos no tiene
libertad.
Estas reflexiones nos llevan a la conclusión de que quien
quiera ser libre, además de luchar por ello, no puede reclamar
derechos, dado que no es posible que la libertad se conceda.
Los derechos prefiguran necesariamente autoritarismo.

Ley electoral

“Cuando una multitud ejerce la autoridad, es más cruel aún que los tiranos”
Platón.

En este texto se va a intentar analizar las dos leyes que influyen
y regulan el sistema electoral español, siempre al amparo de
ese paraguas (a veces tan abierto y otras tan cerrado, según
conveniencia) que llamamos Constitución.
El primer texto legal es la llamada Ley de partidos (Ley Orgánica
6/2002, de 27 de junio) que derogó la Ley 54/1978, de 4 de
diciembre, texto preconstitucional que, paradójicamente, era
mucho menos restrictivo con el derecho de sufragio pasivo,
aún cuando el papel de la lucha armada estaba más arraigada
en la política revolucionaria de aquel período que algunos
llaman transición.

La actual Ley de Partidos está redactada con conceptos
vagos y con una elevada carga moral que otorgan al juez una
amplia discrecionalidad y el poder de legislar a través de su
jurisprudencia, ya que ésta es una consecuencia de la aplicación
de las leyes sin contenido objetivo que son colocadas en el
ordenamiento a través del filtro de la interpretación subjetiva
del aplicador de derecho. Esta problemática se agudiza con
el especial carácter de la judicatura española, pues a nadie se
le escapa que los miembros de los altos tribunales (Tribunal
Supremo y Tribunal Constitucional) son poco más que una
sucursal de los dos grandes partidos mayoritarios.
Nos centraremos, pues, en el controvertido artículo 9 de la
Ley de Partidos, dedicado a enumerar, redundantemente,
las conductas que pueden costar la ilegalidad de un partido.
Analizaremos varios aspectos, empezando por la clausula que
señala que las actividades que conducen a la ilegalidad han
de realizarse de forma reiterada y grave. Con esta expresión
el legislador pretende legitimar estas disposiciones dándole
un aire de excepcionalidad, siendo la realidad completamente
encontrada, pues la reiteración de las acciones obedece sin
suda a un planteamiento político maduro que se vería vacío
de contenido sin esa práctica. Así, en la exposición de motivos
de dicha ley, se dice: “No se trata, con toda evidencia, de
prohibir la defensa de ideas o doctrinas, por más que éstas se
alejen o incluso pongan en cuestión el marco constitucional.
[...] No se castigan conductas aisladas sino la acumulación de
acciones que pongan de manifiesto inequívocamente toda una
trayectoria de quiebra de la democracia y de ofensa a los valores
constitucionales, al método democrático”. En otras palabras:
se permiten planteamientos que pongan en cuestión la norma
constitucional con la condición que haya suficientes garantías
para que éstos no prosperen. Cualquier planteamiento político
que vaya más allá de la carta magna será declarado ilegal, a no
ser que, claro está, sus objetivos políticos sean secundarios y se
desvaloricen. Es decir, sólo cabe la salida de la disolución.
El apartado a) del art. 9.3 señala como acción típica Dar apoyo
político expreso o tácito al terrorismo, legitimando las acciones
terroristas para la consecución de fines políticos al margen de los
cauces pacíficos y democráticos, o exculpando y minimizando
su significado y la violación de derechos fundamentales que
comporta. ¿Cuál es el acto de dar apoyo de forma tácita? O se
apoya efectivamente (aunque sea de forma velada, para eso está
el valor probatorio) o no se apoya en absoluto. Con la inclusión
de ese término se pretende dar una herramienta al juez para la
ilegalización de un partido por cualquier vinculación política:
si tiene las mismas finalidades (por ejemplo, la independencia)
se puede sobreentender un apoyo efectivo, tengan o no la
misma metodología.

El apartado b) del mismo artículo califica de ilícito acompañar
la acción de la violencia con programas y actuaciones que
fomentan una cultura de enfrentamiento y confrontación
civil ligada a la actividad de los terroristas. ¿Es acaso posible la
práctica política sin enfrentamiento? Está de más decir a quién
beneficia esa concepción insustancial de política. Y en cuanto
al vínculo con la actividad de los terroristas, ya hemos visto
con qué facilidad se crea.

Podríamos alargar eternamente el análisis de este cuerpo
legal, pero su despropósito es tan descarado que basta con
una primera lectura para percatarse. En definitiva, y vista su
aplicación efectiva en los tribunales, parece que con la presente
ley se ha invertido la carga de la prueba, siendo el acusado el
encargado de demostrar su inocencia, ya que con tal redacción
parece muy difícil partir de algo más que de una presunción
de culpabilidad, vulnerando el pretendidamente consagrado
principio in dubio pro reo.

Una vez expuesta brevemente la problemática en torno al derecho
de sufragio pasivo, nos centraremos en el funcionamiento del
régimen electoral regulado en la Ley Orgánica 5/1985, de
19 de junio, del Régimen Electoral General. Éste funciona
mediante un sistema de circunscripciones que la Constitución
(art. 68.2) vincula al ámbito de la provincia. Cada provincia
tendrá un mínimo inicial de dos diputados (excepto Ceuta y
Melilla que tendrán uno cada una). El resto de diputados (hay
un total de 350) se distribuyen entre las provincias en relación
a su población, de una forma supuestamente proporcional.
Este sistema de circunscripción electoral ya presenta ciertas
contradicciones entre la igualdad del derecho a voto y la
igualdad del poder del voto. Así, nos encontramos que existen
circunscripciones que tienen una sobrerrepresentación (por
ejemplo en la de Soria, dónde un escaño representa a 46.796
34
Contra la democracia
habitantes) y una infrarrepresentación en otras (como es el
caso de Madrid, que un solo escaño representa a 173.762
habitantes). La consecuencia de este reparto es que el voto
emitido en una provincia pueda valer hasta cuatro veces más
que el voto emitido en otra. Hay que decir que la distribución
de circunscripciones por provincias se justifica mediante una
supuesta representación territorial, cuando lo cierto es que es
el Senado la cámara encargada de recoger dicho principio de
representatividad (art. 69.1 de la Constitución).
Una vez aclarada la distribución geográfica, es hora de explicar
el procedimiento por el cual se distribuyen los escaños en cada
circunscripción en función de los resultados del escrutinio: la
Ley d’Hondt. Consiste en ordenar de mayor a menor, en una
columna, las cifras de votos obtenidos por las candidaturas
(descartando las que no lleguen a la frontera del 3% de votos,
que quedan automáticamente fuera de la pugna por los escaños).
Una vez ordenado, se divide el número de votos obtenidos por
cada candidatura por 1, 2, 3, etc., hasta un número igual al
de escaños correspondientes a la circunscripción. Los escaños
se atribuyen a las candidaturas que obtengan los cocientes
mayores en el cuadro, atendiendo a un orden decreciente.
Usaremos el ejemplo que nos da la misma Ley en su art. 163
para explicar mejor este proceso:
480.000 votos válidos emitidos en una circunscripción que elija
ocho Diputados. Votación repartida entre seis candidaturas:

A (168.000 votos) B (104.000) C (72.000) D (64.000) E (40.000) F (32.000)
división     1              2              3               4               5               6               7               8    
A     168.000     84.000     56.000     42.000     33.600     28.000     24.000     21.000
B     104.000     52.000     34.666     26.000     20.800     17.333     14.857     13.000
C     72.000      36.000      24.000     18.000     14.400     12.000     10.285       9.000
D     64.000      32.000      21.333     16.000     12.800     10.666      9.142        8.000
E     40.000      20.000      13.333     10.000      8.000       6.666        5.714        5.000
F     32.000      16.000      10.666      8.000        5.333      4.571         4.000        6.400   

El primer escaño se lo llevaría el partido A, por tener el número
más alto (168.000 votos). Tras obtener el escaño, se obtiene
el siguiente cociente dividiéndolo por dos y escribiéndolo en
la segunda columna. Así, el segundo escaño corresponde al
partido B al tener el número más alto (104.000). Repetimos
la formula y dividimos ese número por dos para obtener el
siguiente cociente con el que contará ese partido. El tercer
escaño es nuevamente para el partido A, pues tiene 84.000
votos, siendo el número más elevado de los cocientes (por
encima de los 52.000 del partido B y de los 72.000 del C,
que aun no ha obtenido representación por lo que no se ha
dividido). El cuarto escaño corresponde al partido C, pues
tiene la valoración más elevada con los 72.000 votos iniciales,
que tendrá que dividir por dos para obtener el siguiente
cociente. El resultado: la candidatura A obtiene cuatro
escaños, la candidatura B dos escaños y las candidaturas C y D
un escaño cada una. Una distribución que no se corresponde
con el porcentaje de votos obtenidos por cada formación: 35%
para la candidatura A; 21,7% para la B; 15% para la C; 13%
para la D; 8,3% para la E; 7% para la F. Ante estos datos puede
verse la sobrerrepresentación de los partidos mayoritarios en
detrimento de los minoritarios. ¿Y cuál es la versión oficial que
justifica este procedimiento? Es una fórmula que permite la
formación de mayorías que propician mayores facilidades a la
hora de formar gobierno, lo que garantiza cierta estabilidad
(¿discrecionalidad?) en el ejecutivo, cosa que sería más difícil
de conseguir si tuviera que formarse gobierno con una amplia
coalición de partidos.

Con este pequeño resumen del procedimiento electoral hemos
pretendido evidenciar la falacia de la representatividad con la que
se sustenta y legitima el poder político. Con ello no buscamos
ni la reforma ni la confrontación por cauces democráticos, ya
que son sus propias fuentes las que descansan sobre principios
de desigualdad e injusticia, principios que quedan patentes
en su exteriorización a través de un ordenamiento jurídico
impuesto desde la autoridad, ya que no hay otra forma de
sustentar y legitimar este sistema: la obediencia.

“Señores: dense por satisfechos de que este perjuicio haya arrai-
gado en el pueblo, ya que ese es su mejor policía. Conociendo
la impotencia de la ley -mejor dicho, de la fuerza- han hecho de
él el más sólido de sus protectores. Pero tengan cuidado: todo
termina. Todo lo que es construido, edificado por la fuerza y la
astucia, la astucia y la fuerza pueden demolerlo.”
Alexandre Marius Jacob.

Tolerancia, civismo y pensamiento democrático

Hoy más que nunca, y sobre todo en un sistema democrático,
tiene inusitada vigencia la vieja máxima que decía que los
gobernantes tienen como fuerza última nada más que la
opinión, dado que la verdadera fuerza (por número, por
capacidad y porque nadie puede mandar si nadie le obedece)
pertenece a los gobernados, aunque éstos no la usen casi nunca.
Es por este motivo que toda forma de dominio, de la que el
Estado es la más completa, siendo la democracia su articulación
más perfeccionada hasta el momento, ha de asegurarse de un
modo u otro para su propia supervivencia tener de su lado la
adhesión de sus dominados. Este papel de “ganar adhesiones”
tradicionalmente se ha reservado para la propaganda (“una
mentira dicha una vez es una mentira, pero dicha mil veces
se convierte en verdad” decía Goebbels, el infame ministro de
propaganda nazi).

En la época en la que vivimos y bajo el sistema que nos somete
(o lo intenta) hay que sufrir una dictadura de la propaganda
y de la imagen, a través de las ya clásicas estructuras de
adoctrinamiento (como la escuela y los sistemas de enseñanza,
la familia y el disciplinamiento a través del trabajo, la ley y
las diversas ciencias y medicinas), a través de los medios de
comunicación de masas (negocio y a la vez propaganda)
que hacen con sus continuos bombardeos de valores, moral,
ideología, (des)información... que nos posicionemos al lado del
sistema. Pero no contento con que nos posicionemos a su favor,
la dominación busca hacernos partícipes del mantenimiento de
nuestras propias cadenas y da una nueva vuelta de tuerca que
se añade a la clásica propaganda que todo stablishment tiene.
Ahora nos hace, además, seguidores de su sistema, impulsando
a la vez que frenando nuestra participación en él, creando
una especie de fanatismo democrático que sustituye, en un
mundo globalizado, a los viejos y casi obsoletos patriotismos:
el civismo.

Con el civismo se instaura la mentalidad, a través de la clásica
propaganda del sistema, de defensa de la democracia, no ya
como sistema, sino como forma de convivencia, como complejo
de valores respetables y deseados por todos. Así, el buen
ciudadano que vela por el Orden y el correcto funcionamiento
de la democracia, no piensa que esté protegiendo, por ejemplo,
un sistema de relaciones basadas en el sometimiento y la
desigualdad (esto es, que un diputado, senador o concejal que
cobra un pastón de nuestros impuestos y de nuestro trabajo
legisle, es decir, nos diga lo que podemos y no podemos hacer,
o que un empresario nos explote por cuatro migajas). No, el
buen ciudadano piensa que está velando por una correcta y
armónica convivencia. O sea, que el colega de la esquina no se
puede mear en la acera porque deja mal olor y es un acto incívico,
pero las fábricas en las que nos vemos prácticamente obligados
a trabajar- para poder tener el salario que nos permita subsistir-
puede verter al río toda la mierda permitida (si vierte más no
es bonito), que viene a ser generalmente la que esa empresa
quiere, o la infinidad de coches que pululan por las ciudades
pueden hacer polvo el ecosistema y nuestros pulmones, que
no pasa nada. Si acaso ya elevaremos una democrática queja
a nuestro concejal más cercano en un bonito formulario azul
claro (incluso puede que hasta en bilingüe).
El civismo, que lleva aparejados y potenciados conceptos como
la tolerancia (tolerancia con la opresión, por supuesto, pero
no así con la rebelión), o la no violencia (la no violencia de
los descontentos, porque de la Policía en sí misma nadie se
queja, a los más hay quejas si algún policía se excede), es un
mecanismo de interiorización de la propaganda del sistema,
en la cual se participa activamente pero sólo manteniendo
el orden adecuado, ya que un exceso de participación puede
llegar a ser peligroso al reflejar algo que el dominio teme: la
iniciativa propia (si bien, dentro de unos parámetros y hasta un
cierto punto la fomenta: iniciativa empresarial, etc.)

El individuo cívico deja de ser individuo para convertirse en
ciudadano, independientemente de su categoría social, de lo
que gane, de dónde viva, etc, aunque, casualidades de la vida,
cuanto más alto se está en el escalafón social, más cívico se es y
más “conciencia social” se tiene (luego si esa conciencia no sirve
ni para limpiarse el culo o si es perfectamente funcional a los
designios del dominio es un poco lo de menos). El ciudadano
es el paradigma del nuevo súbdito y colabora a que todo vaya
como tiene que ir, pacificando con su actitud policiaca (siempre
en pos de la “buena convivencia”) las posibles alteraciones del
orden, rupturas o disfuncionalidades que haya en el seno de
“su” linda comunidad.

En el fondo el ciudadano no es más que un ser sobresocializado
que por miedo e inseguridad inculcados por el sistema lo
defiende a capa y espada temeroso de sus propias posibilidades
y potencialidades, temeroso de tomar las riendas de su vida en
sus propias manos, ansioso de que lo guíen, de que todo vaya
como debe ir y totalmente plegado a lo artificial. El ciudadano
es un ser temeroso que aborrece la violencia explícita contra
esta forma de vida porque no se atreve a ejercerla y porque
teme otra vida posible, y por ello acaba convirtiéndose en un
sumiso seguidor de la sutil violencia del Estado (de hecho
aborrecerá las dictaduras porque en ellas la violencia es más
brutal, menos camuflada, porque en las dictaduras el poder no
se camufla, se ejerce, ya que esa es su fuerza, mientras que en
las democracias el poder se trata de difuminar para ejercerse
mejor y con más comodidad).

Con el civismo la subversión se gana un nuevo enemigo. Si
antes había que luchar contra el Estado, las leyes, la policía,
el capitalismo, la explotación, los patrones, ahora con el
civismo hay que luchar contra los ciudadanos (incluso muchas
veces literal y físicamente). Cierto es que este mecanismo
de interiorización de la propaganda del sistema, esta forma
de pseudo-participación en la defensa del Orden tiende a
resquebrajarse en épocas en las que las vacas flacas campean
a sus anchas y no todo es tan bonito. Cierto es que hasta el
más cívico puede replantearse el tema cuando no llega a fin
de mes. Pero la clase media muchas veces se mantiene en sus
status, incivilizándose más generalmente los que bajaron en
el escalafón social (aunque debemos recordar que “estómagos
agradecidos” y “obreros limpiabotas” hay muchos y a veces
son mejores ciudadanos que un industrial). Sea como fuere
y por si el civismo y la propaganda fallan, siempre estará la
gloriosa guardia civil y sus 100.000 nuevas pelotas de goma
para continuar repartiendo democracia.
Control social, familia y democracia

... la percepción de la autonomía de lo ‘político’ en las sociedades occi-
dentales es una de las dimensiones ideológicas clave de la modernidad
occidental: no algo que debamos tomar como un hecho objetivo, sino un
modo de representar las relaciones de poder que oscurece sus fundamentos
sociales y su manera de funcionar en la práctica...
John Gledhill

No se puede analizar la democracia sin ser absolutamente
conscientes que está profundamente atravesada por un sistema
de valores que refuerza todo el entramado de dominación.    
Hay una legitimación de orden moral para cada relación de
poder, además de una legitimación moral para el poder en sí.
Existe una forma de producir criaturas dispuestas a obedecer,
creadas para ello, para no cuestionar y hacer lo que está previsto
para ellas. A estas criaturas no se las produce en fábricas ni
en talleres, sino en el interior de las familias y luego en las
escuelas, que culminarán el proceso de socialización basado
en la sumisión y el adiestramiento de lxs buenxs ciudadanxs,
cívicxs y (auto)silenciadxs.

Si nos ponemos a analizar cualquier declaración de derechos (no
porque les concedamos la más mínima validez o legitimidad,
sino para usarlas como lo que son: manifestaciones más o
menos explicitas de las ideas y las intenciones del Poder), sea en
la Constitución Española, en la Europea o en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, veremos que más allá
de las proclamas de derechos, digamos, pertenecientes a la
esfera pública como podrían ser los políticos o el derecho a la
propiedad privada (y es aquí donde se halla todo el empeño
del Estado y de sus fuerzas de seguridad), hay derechos que
se refieren exclusivamente a la esfera doméstica. Es decir,
que desde el Estado se construyen, se prescriben y se (de)
limitan tanto las relaciones políticas, como las económicas, y
las interpersonales. Uno de los derechos humanos se refiere
al derecho al respeto de la vida privada, del matrimonio y
de la vida familiar. En la Constitución Española, además de
reconocer el derecho de todos los hombres y mujeres a casarse y
fundar una familia, explicita en el artículo 16.3 que “la familia
es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene
derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.
Este punto es clave: los cambios en la definición de lo público
y lo privado, vinculados directamente con los cambios en las
relaciones de género, pueden ser impulsados por consideraciones
de necesidades de Estado. La legalización del matrimonio
homosexual, por ejemplo, no tiene más intención que, por un
lado, contener una realidad que podría constituirse más allá
de lo normativo y, por otro, evitar la formación de realidades
en las que la Democracia no tiene influencia ninguna y, por
ende, puede hallarse de alguna manera en jaque. La cuestión
es controlar, manteniendo en su seno cualquier tipo de
“diferencia” y reforzando la imagen inclusiva y tolerante.    
En la mayoría de los casos el Estado no gana nada de inmediato
con la sujeción de las relaciones interpersonales, de las mujeres
y sus hijxs, o de las familias. Estas acciones sólo cobran sentido
como parte de un análisis de la construcción y consolidación
del poder: la familia bien ordenada como fundamento del
Estado bien ordenado. Y por mucho que las fronteras entre
lo doméstico y lo público varíen o se muevan, por mucho
que lo legal, lo socialmente aceptado como familia varíe, el
concepto permanece. Lo importante es que ese elemento
natural y fundamental de la sociedad siga siendo tan natural y
tan fundamental, tan incuestionable y tan productivo de seres
productivos para el Estado y el Capital. Porque para poder
reivindicar el poder político, la referencia debe parecer segura
y estable, fuera de la construcción humana y parte del orden
natural.      En esa vía, la oposición binaria público/doméstico,
la familia y el proceso social de relaciones de género forman
parte del significado propio del poder. Cuestionar o alterar
cualquiera de sus aspectos puede resultar una amenaza a la
totalidad del sistema.

En todo caso, y por si la familia fallara (siempre hay gente rara,
y familias raras que no acaban de cumplir con la función que
se les ha asignado...) junto con la creación del Estado Moderno
mediante la Revolución Francesa, aparece la idea de una
educación a manos del Estado. Hasta entonces, la educación
se restringía a las élites y se hallaba en manos de la Iglesia.
Con la nacionalización de bienes eclesiásticos en noviembre de
1789, la educación pasó a manos del Estado, y se convirtió en
una herramienta clave de control social (de la misma manera
que cuando se hallaba en manos de la Iglesia, pero en otras
direcciones). El principal objetivo de la escolaridad obligatoria
fue formar nuevos hombres, ciudadanos repúblicanos formados
en los valores del nuevo orden social. Seguía existiendo una
formación para la élite, que formaba los cuadros para ese
nuevo sistema de organización social. Pero todos los niños se
vieron imbuidos de esos nuevos valores, fueron socializados en
las nuevas ideas políticas, e incluso esa escolaridad pretendió
integrar a las diferentes regiones en una sola identidad
nacional. La formación del Estado liberal fue estrechamente
ligada a la creación de sistemas educativos nacionales, pues
estos legitimaron y ayudaron al despliegue del mismo.

La función de la escuela hoy día sigue siendo la misma.
Sigue existiendo una formación para la élite, que provee
probablemente de una educación técnica superior (mayor
profundización y especialización) y una formación para la plebe,
en forma de escuelas públicas. Sea cual sea el caso, la escuela
sigue siendo el embudo por donde todx niñx tiene que pasar,
porque tampoco hay que olvidar que la escuela existe también
para proveer a padres y madres de un lugar donde depositar
a lxs hijxs mientras trabajan, una especie de aparcamiento
para no tener que dejar de producir el sistema y poder llegar a
fin de mes. Las opciones de educación sin escolarización son
gravemente limitadas por las necesidades económicas por un
lado, y por el Estado, que ejerce una fuerte presión en forma
de presión legal y social y, sobretodo, en forma de asistentes
sociales. Pero también es importante mencionar que existen
opciones y que hay redes de apoyo entre quienes, por las
razones que sean, no quieren que lxs niñxs tengan que sufrir
dicha escolarización.

En la escuela, lxs niñxs aprenderán cosas tan útiles para el día
de mañana como callar mientras se ven obligadxs a escuchar
en silencio y sin chistar, obedecer al profesor y al grupo, limitar
sus impulsos y necesidades. Si alguien encuentra medio lógico
que unx crix de 6 años se pase más de 5 horas diarias sentadx
en una silla en vez de corriendo, jugando y explorando sus
límites, que se lo haga mirar, porque o bien no se acuerda
de sí mismx cuando iba a la escuela, o es un claro ejemplo
de sobresocialización. Que aprender a leer o escribir puede
ser algo útil, y que hacerlo puede ser placentero, es posible
pero hay mil formas de aprenderlo; y ese argumento no está
reñido con el hecho que en la escuela a lo que se aprende
es a obedecer y a acatar los valores democráticos, esto es:
obediencia; resignación; relaciones interpersonales basadas
en la competencia, el liderazgo y la sumisión; negación de
las propias potencialidades e impulsos en pro de aquello
socialmente aceptado y exigido.

Para lxs niñxs que no se adaptan a la escuela existe el Ritalin,
un medicamento derivado de las anfetaminas, que se da en
casos de hiperactividad (es decir, cuando el/la crix molesta en
clase porque no puede o no quiere estar quietx). Igual que a
lxs adultxs se nos droga con Prozac cuando nos deprimimos o
tenemos ansiedad, y también molestamos a nuestro entorno
porque no estamos felices y contentxs...

La especialización

La especialización, consiste básicamente en un modelo de
organización de aquellos agentes (humanos o no) que están
en la cadena de producción y que se encargan de una parcela
concreta de la línea de elaboración de un producto. Es menester
incidir en que dichas líneas de creación de un producto no
tienen por qué ser meramente materiales sino que también
pueden abarcar áreas relativas al mundo de las ideas. Tal sería
el caso de la investigación y divulgación, que conforman los
estadios previos y futuros del producto en sí.
Diríase, pues, que el objetivo claro que se persigue utilizando la
especialización es optimizar los procesos económicos mediante
la división del trabajo. La filosofía que entraña todo ello es
que cuanto más acotada esté la parcela en que se desarrolla la
división del trabajo, más precisa y pulida será su ejecución y
por lo tanto se tendrá una mayor rentabilidad del producto.
Pero este proceso no es ajeno a las estructuras sociales, sino que
más bien las alimenta y se nutre de ellas en una retroacción con
una influencia muy grande en la sociedad y su conformación.    
Es evidente que estamos en un sistema eminentemente económico
(capitalista) en que muchas de las reglas están para garantizar un
marco apropiado para su desarrollo, adecuando dichas estructuras
sociales al sistema económico. De lo que se deriva que la política
y el sistema económico están intrínsecamente ligados. Que, no
sin la ayuda de los estados, aportan el sustrato necesario para el
desarrollo del sistema global y su morfología asociada.

Es aquí donde volvemos a una de las evidencias de la existencia
del entrelazamiento antes mencionado, la especialización.
Porque si nos fijamos a nuestro alrededor, las personas trabajan
y se desarrollan en sectores muy específicos. Se nota el aumento
de especialistas, entre otras cosas, porque se abren campos
con mucha rapidez, debido en gran medida al aumento de
la técnica. Observándose una nueva retroalimentación: la
técnica-especialización.

Es evidente que está habiendo una aceleración en el desarrollo
de la tecnología. Por todas las personas que habitamos en
este sistema, es sabido que ahora los progresos tecnológicos
se dan a paso agigantados. Este aumento tan desorbitado de
la tecnología tiene su explicación en el desarrollo (a ritmos
similares) de la técnica. Su aumento implica una generación de
campos que deben ser investigados por nuevas especialistas que
a su vez, gracias a su preparación tan específicas, conseguirán
ahondar más en el tema, generando más técnica susceptible de
ser aprovechada por los procesos tecnológicos y ser dispuestos
en el mercado capitalista.
La relación con las estructuras sociales y la política, ya se
ha mencionado anteriormente: las necesidades económicas
impulsan al sistema político a legislar de tal manera que sea
propicio el sustrato donde desarrollarse. Y, completando la
biyección, el sistema político se nutre del capitalismo para
mantener el orden social que permite que el estado de las
cosas, en cómputo general, siga como está, siendo éste el
mayor garante para el estrato social de la continuidad en su
hegemonía del poder.

Estamos en un sistema en el que cada cuál se ocupa de una
parte muy concreta del entramado productivo. Creando una
dependencia mayor a medida que aumenta la especialización,
ya que sin la aportación del especialista, no se podría acceder a
aquellos productos cuya necesidad ya se ha encargado el sistema
publicitario de inculcarnos. De este modo, se está produciendo
un aislamiento de los individuos en pro de una dedicación
muy grande de energías y recursos vitales a ese espacio de la
rueda de producción en que se ha visto ubicado, a la vez que
una dependencia por no compartir esos tiempos, esfuerzos y
aprendizajes. Estableciendo así unas estructuras sociales de
un alto grado de especialización-dependencia, en todos los
ámbitos del sistema, con lo que se genera una necesidad de
tener clases dirigentes, de personas especializadas en gobernar.
Este es el poso que deja la especialización en la mentalidad
democrática. El que sin alguien especializado en guiar, esto
se hundiría. Y este poso, crea una necesidad de confort, de
confianza ciega, ... al fin y al cabo, la especialización está
legitimando la delegación. Lo que como personas nos amputa,
nos desmiembra y disecciona, haciéndonos inútiles como
individuos, pero dándole con esa inutilidad mayor fuerza cada
vez a un sistema que se nutre de esa especialización-delegación-
dependencia para engrasarse y caminar cada vez más fuerte y
mejor.

Por ello es necesaria la autogestión en contraposición a
lo explicado. Es vital el conocimiento amplio del medio,
para interconectarlo, para sacar conjeturas desde lo global
a lo particular, no de lo particular a lo particular, lo que
nos limita enormemente la perspectiva, lo que nos limita
irremediablemente como seres libres. Siendo conscientes de
que el todo es inabarcable, al igual que el mucho, pero que
lo exclusivo, no lo queremos. Porque somos mucho más de lo
que nos condicionan a ser. Porque la vida, no consiste en hacer
progresar un ente llamado sistema al que servirle. Porqué sólo
siendo conscientes de nuestros límites naturales, podremos ser
capaces de romper con los artificialmente impuestos por una
democracia-capitalista, que se ampara en unos estados para la
perpetuación de un poder por los años de los años.
Si fuésemos capaces de acabar con la especialización y la
atomización como individuos que eso supone. Si fuésemos
capaces de sublevarnos a ese orden establecido que nos
reduce a ámbitos concretos, que no nos deja expandir los
brazos, los pulmones y la mente.
Si fuésemos capaces de eso... empezaríamos a notar todo
lo que no nos dejaron ser. Empezaríamos a caminar libremente
y en paz ... hasta entonces, hasta conseguirlo, lucha.

Los rostros tras la democracia

Todo régimen de dominio está orientado en beneficio de
quienes estén en el poder, por tanto la forma de organizar la
vida política se limitará a estos términos, intentará a toda costa
estructurar el funcionamiento del aparato social en función de
sus intereses, es decir, ante todo su principal objetivo es que
dicho régimen sea provechoso para quienes lo dirigen, tanto
en el plano político (imposición efectiva de su autoridad)
como en el económico (control recursos, hacer dependiente
a una población de la influencia de dicho régimen), buscando
aumentar su poder e influencia y mantenerlos en el tiempo.
El sistema capitalista, obviamente es rentable para las élites
económicas que lo dirigen, por tanto el sistema económico
se organizará en base a la obtención del mayor beneficio
de quienes más tienen, lxs grandes empresarixs, ya que eso
favorece al conjunto de mercados, tal y como está estructurado
el contexto en el que se deciden los asuntos económicos.
Mientras que el aparato político, la democracia (s.f. gobierno
de lxs demagogxs) está orientado a controlar a la población
además de mantener y expandir su modelo de dominación,
eso sí, mediante protocolos democráticos (molestándose
en mentir), en beneficio de quienes dirigen la política, lxs
profesionales de la demagogia. Su objetivo es que se haga lo
que ellxs dicen, que para algo mandan, se busca que, tanto
el régimen de gobierno como el llamado “diálogo social”, se
estructuren en los términos que ellos decidan, que se haga
política a su manera.

Por tanto se puede hacer una división entre dos élites de
poder con intereses complementarios, una política y la otra
económica. Dados una serie de condicionantes históricos,
hoy en día los estados con mayor poder económico son
democracias, por tanto, el sistema democrático ha resultado
ser el que más favorece a un modelo de desarrollo de carácter
capitalista, ya que desarrolla su actividad legislativa en base a
las necesidades del empresariado y facilita la legitimación del
orden económico, considerando enriquecerse a costa de la
explotación de iguales y de la naturaleza, no como una de las
infamias más ruines que alguien pueda cometer, sino como
derecho al que sólo unxs pocxs, de muchxs, pueden acceder.
Funcionamiento del sistema económico
Desde la implantación del capitalismo como régimen
económico y modelo de desarrollo a nivel global, lo que define
la evolución de los diferentes estados ( su nivel de desarrollo,
de competencia con otras potencias...) es la obtención de
los mayores ingresos posibles a fin de fortalecer sus propias
economías. Cuanto mayor sea la circulación de capital dentro
de un estado, mayores cotas de poder alcanzará en la gran
economía del mercado globalizador. La lógica que rige el
desarrollo de un estado, es el constante crecimiento económico,
es decir, el que las mercancías y transacciones económicas
que circulen o se realicen en su territorio posean cada vez
mayor valor, independientemente de que sean las mismas
todo el tiempo (vivienda, alimentos, transporte, ingresos,
salarios, préstamos...), responde a la dinámica suicida del
modelo capitalista, en la que lo importante es sacar el mayor
rendimiento económico de los objetos que explota, producir
la mayor cantidad y vender cuanto más mejor y lo más caro
posible.

Los bancos, las empresas y los estados son los protagonistas este
juego de poderes, cada uno con sus condicionantes específicos,
y no responden a más ética que la del mercado competitivo, sólo
buscan ampliar todo lo posible su influencia y sacar el mayor
beneficio de todo lo que pase por sus manos:
Sirva como ejemplo la venta de armas y recursos militares.
Quienes nunca pierden las guerras son quienes producen y
venden lo necesario para hacerlas.
Empresas españolas tan respetables como Hispasat (que no
sólo se dedica a la TV y la telefonía), Indra (bajo el eufemismo
de vender “nuevas tecnologías y material informático”), Ibérica
del Espacio, RYMSA, CESCE (compañía de seguros que hace
posible la exportación de armas garantizando los pagos,
incluyéndolos en la deuda externa del país comprador), entre
otras son las que dirigen este negocio, con presencia en el
ámbito internacional y financiadas por importantes bancos y
cajas de ahorros (BBVA, Caja Madrid, BSCH, Barclays, Caja
Castilla la Mancha, BBK, Caja San Fernando, Ibercaja, Banesto,
Banco Sabadell Banco Pastor, Deustche Bank). También reciben
el apoyo del estado en forma de inversiones en I+D, entre otras
aportaciones más descaradas, como presupuestos militares, ya
que comparten el mismo interés expansionista. Hoy en día
las guerras están más ligadas a un contexto económico, a la
posesión y explotación de los recursos naturales, más que a la
lógica territorial de invadir a los vecinos.
Para quienes dirigen el mundo les es muy conveniente apoyar
esta controvertida industria, es decir colaborar para que se
produzcan y vendan cuantas más armas mejor, aunque acaben
en manos de eventuales enemigas, para así cerrar el círculo y
que se puedan seguir generando guerras indefinidamente.
Este sector jamás ha conocido crisis. Siempre resulta rentable
invertir en guerras, destrucción y muerte, sobre todo cuando se
tiene de tu parte el mayor potencial bélico que ha existido jamás
(EE.UU, OTAN...), unos fabrican armas y otras las gastan y a
seguir echando moneditas que la máquina siempre da premio.
Eso sin contar con que las empresas que hayan patrocinado la
masacre luego serán las encargadas de reconstruir lo arrasado,
rentabilizando aun más la guerra y re-fortaleciendo el sistema de
mercado. Para ello, los propios estados y organismos mundiales
les concederán “derechos especiales” de explotación de personas
y recursos en la región, las contratas para reconstruir industrias
y demás concesiones, que les ayudarán a acaparar más capital y
a democratizar infieles, una vez, casi literalmente, reconstruida
la región.

También vale como ejemplo la explotación sin medida de
los recursos naturales, en busca de la mayor rentabilidad
que se pueda sacar del entorno sin importar el impacto que
se le pueda causar, siguiendo la lógica del mercado que
sólo busca su crecimiento continuo e ilimitado sin importar
las consecuencias: destrucción de ecosistemas enteros y el
agotamiento de recursos para satisfacer la necesidad de materias
primas a los diferentes sectores industriales.
O también la imparable construcción de centrales energéticas
(centrales petrolíferas, térmicas, nucleares, hidroeléctricas, de
fractura hidraúlica...) para satisfacer la creciente demanda de
la imparable industria y buscar salida a la amenaza de crisis
energética, causada por el uso sin medida del petróleo como
motor de la producción industrial, y el mantenimiento del
actual modelo económico de consumo infinito, producir para
gastar en producir más, producir para poder comprar, usar y
tirar, para necesitar producir más para poder comprar más...
El imperio del mercado, al amparo de las leyes de los estados
(que lo apoyan y en los que se apoya), se ha apoderado de los
recursos naturales, recursos que son el propio planeta, y que
deberían estar al alcance de todas. Y se los apropian para luego
venderlos a precios cada vez más altos a quienes no los posean
y dependan de ellos.

Estos recursos se encuentran principalmente en países con
economías destruidas (Suramérica, Centroamérica, África
y Asia), empobrecidas durante el proceso de desarrollo de
los mercados occidentales, pese a ser los que más materias
primas producen para las economías desarrolladas. En estos
términos la dinámica del mercado es depredadora, aunque
es evidente el agotamiento de los recursos energéticos, esta
industria aumenta año tras año su producción, siendo además
una de las que más devastación provoca en el entorno natural
para alimentarse, modificando cauces de ríos (desecando
regiones enteras a las que antes llegaba el agua), emitiendo
de forma permanente gases contaminantes (la producción no
para), poniendo en riesgo poblaciones enteras ante posibles
accidentes irreparables... En este sector operan empresas como
Iberdrola, que gestiona diferentes centrales nucleares y térmicas,
repartidas por todo el estado, además de la explotación y
venta de gas natural, tiene presencia en más de 28 países. Está
controlada por la constructora ACS (controlada a su vez por
la Corporación Financiera Alba) siguiendo en poder de voto el
banco BBK; Repsol YPF, por su parte se dedica a la extracción,
refinamiento, transporte y venta de petróleo y gas. Quién
lo controla siendo su principal accionista es la constructora
de todo (carreteras, viviendas, edificios oficiales...) Sacyr
Vallehermoso (relacionado con el banco SCH), seguida de La
Caixa. Está presente en 30 países, es considerada una de las
petroleras con mayor peso internacional y la mayor compañía
privada energética en Suramérica. Es uno de los principales
responsables del deterioro del Amazonas, una de las causas
más frecuentes son las fugas de sus oleoductos, pero también
se dedican a contaminar aguas o expulsar a indígenas de sus
tierras en Perú o invadir áreas protegidas bajo el amparo de
gobiernos; otra de estas empresas es Endesa, que se dedica a la
energía eléctrica, telecomunicaciones y nuevas tecnologías, está
controlada por ENEL (una empresa de Italia) y opera en otros
10 países. Se les responsabiliza de gran parte de la destrucción
de la Patagonia chilena; o Gas Natural Fenosa, (propiedad de
Repsol y La Caixa) dedicados al gas y la energía eléctrica con
problemillas de este estilo en Centroamérica y Suramérica… En
manos de empresas tan responsables como estas, y con valores
tan éticos como apropiarse y enriquecerse de todo, dejamos
el destino de los recursos del planeta, cada año la industria
contamina más, ya que cada año se produce más, lo que se
pretende con medidas ecológicas como el tratado de Kyoto, es
que se siga contaminando cada vez más, pero a un ritmo más
lento, ya que lo que interesa es asegurar el crecimiento de
los grandes capitales, más que conservar las condiciones que
hacen habitable el planeta (Greenpeace, Los Verdes... invierten
en bolsa), el capitalismo es insostenible de todas las maneras.

Medicamentos, alimentos, casas, ropa, ocio, drogas, mano
de obra, condiciones de explotación... Todo vale, si es para
sacar dinero, todo sirve para comerciar y cada mercado tiene
su contexto, el funcionamiento de las sociedades modernas
exige que de todo se haga negocio, que todo sea recuperado y
absorbido por el mercado, que sea mercancía para que genere
valor en los términos que han impuesto, el juego en el que
siempre ganan quienes tengan más poder y aplasten al débil.   
Intereses compartidos de las élites de poder
Por su parte los gobiernos, además de garantizar sus propios
intereses, se alían con otros sistemas de dominación en este
contexto, el económico, para garantizar por un lado su
preeminencia y por otro la rentabilidad de los negocios de sus
socios y viceversa. No es de extrañar que lo que hace poderoso a
un estado sean los movimientos de capitales privados asentados
en su territorio, ya que la competencia a nivel internacional se
mide en estos términos (además del potencial bélico, aliados,
etc...), estimando lo rentable que pueda resultar determinado
modelo de gobierno u otro. Esto demuestra para quién
gobierna el estado y cómo las leyes que administra son en favor
de las diferentes élites de poder (no sólo el económico) de las
que los propios gobernantes forman parte, ofreciendo a sus
colaboradores la capacidad de operar bajo el amparo de la ley,
al ser ellas quienes la hacen.
En la península, entre 1970-80 se dio un periodo de bonanza
económica al abrirse el estado a nuevos mercados tras la
dictadura, había más trabajo, pero al mismo tiempo las
movilizaciones obreras recobraron fuerzas por todo el estado,
poniendo en peligro a los grandes capitales que podían verse
perjudicados por la situación, por ello se adaptaron a la fórmula
del Estado de Bienestar, empleada en economías desarrolladas
de Europa, para alcanzar la llamada Paz Social, se tenía que
hacer creer al obrero copartícipe de los beneficios que producía
el sistema económico en lugar de que buscase otras vías más
perjudiciales para los mercados como la revolución.
Para ello los sindicatos, en favor de su influencia política, vendieron
todas las reivindicaciones obreras, incluso las más “revolucionarias”,
a cambio de prestaciones sociales garantizadas por el estado,
tales como la Seguridad Social, pensiones, seguro de desempleo,
planes de ayuda... Así lxs grandes magnates se vieron obligadxs
a repartir una ínfima parte de sus beneficios, para evitar que
lxs obrerxs se rebelasen. De esta forma se conseguía asentar la
sociedad de consumo aumentando los salarios, dando mayor
protagonismo a los sindicatos, como mediadores oficiales de
conflictos y haciendo más accesibles bienes de consumo antes
sólo a disposición de minorías privilegiadas (nuevas tecnologías,
viajes al Caribe, coches caros...).
Al acercarse la década de los 90 ocurrió que la masa trabajadora
ya estaba domesticada, ya no amenazaba ese conflicto social,
con el terror generado por el creciente desempleo (fruto
del ocaso de ese anterior periodo de bonanza, los mercados
tocaron techo) y destruidas las redes obreras de solidaridad
(sustituidas por el estado), la trabajadora pasó a ver a sus
semejantes como competidores en el mundo laboral, su
objetivo sería conservar el empleo aún a costa de la propia
dignidad. Tras ser vendida por los sindicatos, la clase obrera,
quedó dividida y democratizada. Comenzó la etapa del
neoliberalismo (globalización, deslocalización de industrias,
interdependencia de capitales, nuevas tecnologías...), el estado
ya no tenía porqué seguir asumiendo gastos inútiles, el obrero
ya no suponía una amenaza, los sindicatos hicieron bien su
papel, comenzaron a darse paulatinas políticas de recortes
(sanidad, pensiones, educación...) Año tras año las diferentes
reformas en el ámbito laboral han seguido la dinámica de
reducir estas concesiones a la población, en provecho de los
grandes capitales (temporalidad, convenios abusivos, poca
oferta de empleo para que haya más demanda y sea más barato
comprar trabajadores...) haciendo más penosas las condiciones
de explotación y reduciendo lo que llamaron en su momento
derechos conquistados.

El funcionamiento del modelo capitalista pasa por etapas
periódicas de crisis, en función de los diferentes ciclos
económicos: Gran Depresión 1929, Primera Crisis del petróleo
(1973-75) Segunda Crisis del Petróleo (1980-82), Crisis Asiática
1997, Crisis de Internet 2001 (la burbuja virtual), Crisis
Financiera de 2008 (generada por la burbuja inmobiliaria y
el colapso de las hipotecas), causadas porque no cuentan los
objetos en sí sino el valor que se les da en el mercado, con
lo que este tiende a saturarse debido a que todxs quieren
producir lo más posible para vender más, hasta que llega un
momento en que no se puede comprar y los mercados caen, las
economías se hunden debido a su interdependencia, a la espera
de encontrar nuevos mercados a los que expandirse y volver a
agotarlos, las guerras suelen ser el recurso más empleado para
salir de estas crisis ya que permiten reconstruir los mercados.
Pasando así por sucesivas etapas de auge, superproducción,
crisis, estancamiento y reactivación, hasta consumir todo lo
vendible, por eso se recurre a la privatización, a los recortes,
al abaratamiento del despido a la deslocalización de industrias
(a países con condiciones de explotación más óptimas para el
empresariado) y demás políticas neoliberales en periodos de
crisis.
El funcionamiento de este modelo económico competitivo
lleva al agotamiento de todo recurso existente, no puede
permitirse empezar a reducir la producción en ninguna de sus
industrias para no acabar con el planeta a un ritmo cada vez
rápido (pese a que sobre y genere gasto), ya que eso estaría en
contra de la dinámica de su funcionamiento y provocaría de
igual manera la caída del Mercado de Valores que tendría que
reactivarse, para ganar la confianza de sus inversores, agotando
un nuevo recurso. Recordamos que el dinero no se come, que
su valor es imaginario y que no es un recurso que haya sido
dado a todxs por igual, ya que la mayor parte de las fortunas
son heredadas o sino robadas, que se decida el destino de la
humanidad en base a él y que sea un objeto de deseo, resulta
bastante preocupante.

Según el desarrollo de los diferentes ciclos económicos que
atraviesa la economía, el gobierno decidirá las políticas
económicas que va a sufrir toda la población, de acuerdo a
los valores especulativos que se manejen en el Mercado de
Valores, esos numeritos que aparecen debajo de la pantalla en
las noticias, sobre los que no tenemos ninguna capacidad de
influencia el común de los mortales, pero que marcan nuestro
destino. En función de lo que ganen o pierdan las empresas más
influyentes se nos aplicará determinada política económica o
laboral, según vaya el IBEX 35, que es el principal índice de
referencia de la bolsa española, formado por las 35 empresas
más poderosas del estado, estas empresas son, en abril de
2011:
Abengoa, Arcelor Mittal, Abertis, Grupo ACS, Acerinox,
Acciona, S Amadeus, BBVA, Bankinter, Bolsas y Mercados
Españoles Criteria CaixaCorp Endesa Ebro Foods Enagás,
FCC, Grupo Ferrovial, Gamesa, Gas Natural, Grifols,
International Airlines Group, Iberdrola, Iberdrola Renovables,
Indra, Inditex, Corporación MAPFRE, Obrascón Huarte
Lain, Banco Popular, Red Eléctrica de España, Repsol, Banco
de Sabadell, SCH Banco Santander Central Hispano, Sacyr
Vallehermoso, Telefónica, Técnicas Reunidas y Tele5 Mediaset
España Comunicación.

Las políticas del gobierno benefician al mercado, pero ¿qué
beneficio sacan las diferentes formaciones políticas de esta
relación? Los bancos ofrecen créditos a los partidos políticos
para financiar sus campañas electorales y luego les es
perdonada la deuda contraída, se estima que entre todos los
partidos que hay en el parlamento se deben unos 144.000.000
euros a los bancos y aún así cada vez que hay elecciones no
dejan de recibir nuevos créditos ¿y por qué los bancos apoyan
tan descaradamente a los partidos políticos si en teoría sólo
les interesa ganar dinero? Porque así consiguen influencia en
la toma de decisiones que lxs políticxs imponen, la mayoría
de las reformas que lxs políticxs plantean benefician a los
grandes capitales, veánse la última reforma laboral (2011),
el abaratamiento del despido, el nuevo plan de pensiones,
el alargar cada vez más la edad de jubilación, las nuevas
condiciones para negociar convenios laborales, la inyección
económica del 2009, para reactivar la economía, esos más de
30.000.000.000 euros que se dieron a los bancos y que luego
se los quedaron (y ni reactivar la economía ni nada) y otro tipo
de concesiones, es decir, que les dejen hacer...
El gobierno les ofrece su permiso para enriquecerse a nuestra
costa y ellas benefician al gobierno, es más, se aplican
normativas como el SIVAC (Sociedad de Inversión de Capital
Variable) que ofrece ventajas fiscales a sus miembros, sólo
grandes capitales, lxs principales empresarixs (quienes nunca
han trabajado), que les permite pagar menos impuestos porque
mueven más dinero, para que hagan fluctuar mayor capital y
la economía crezca.

También tendrá algo que ver la presencia de influyentes
políticos y políticas dentro del mundo empresarial, que
consiguen trabajo de asesores de importantes empresas sin ser
necesario que tengan ni idea de qué es lo que asesoran, estos
cargos son recompensas (que garantizan sueldos millonarios,
sólo por cubrir el puesto vacante, no es necesario trabajar)
como pago por los favores hechos durante su gestión política:

Felipe González en Gas Natural Fenosa,
José María Aznar en Endesa,
Manuel Marín en Iberdrola,
Virgilio Zapatero en Caja Madrid,
Eduardo Zaplana en Telefónica,
Luis Atienza en Red Eléctrica,
Rodolfo Martín Villa en Sogecable,
Braulio Medel en Unicaja e Iberdrola,
Javier de Paz en Telefónica y Mercasa,   
Pío Cabanillas en Acciona,
Rodrigo Rato en Caja Madrid (Bankia),
Narcís Serra en Caixa Catalunya,
José Antonio Ardanza en Euskaltel,
Rafael Arias Salgado en Carrefour,
Joan Piqué en Vueling,
Josu Jon Imaz en Petronor,
Miguel Barroso en La Sexta...

Algunos ejemplos de quienes se esconden tras
esos grandes capitales

     La familia March: Este clan familiar se enriqueció con
el contrabando, el monopolio del tabaco y financiando el
levantamiento de Franco (suerte para ellxs que ganó). La Banca
March es el banco privado de la familia, uno de los principales
grupos bancarios de estado, la cual controla con el 34% de las
acciones la Corporación Financiera Alba, que participa como
principal accionista en numerosas empresas de gran peso en
los mercados (no sólo nacionales) como Acerinox, Prosegur,
Indra, Carrefour o el grupo ACS que invierte en distintos
sectores económicos a través de otras empresas, como Abertis
(autopistas e infraestructuras), Hochtief (construcción), e
Iberdrola (en energía) y es dueño de otras muchas empresas
derivadas (Dragados, Urbaser, Clece, Continental Auto...) entre
otras a la vez que controla empresas relacionadas con los medios
de comunicación como el grupo PRISA (a nivel nacional) y el
grupo HAVAS (a nivel internacional).

El Grupo Santander Central Hispano (SCH): Desde 1909, el
banco Santander está dirigido por miembros de la familia Botín,
en 1986 compró Bankinter aumentando de esta manera su
influencia en los mercados internacionales. Más adelante, tras
el escándalo de Mario Conde (en Banesto, que fue condenado
por quedarse para él el dinero del banco) el Banco de España,
en ese momento presidido por Luis Ángel Rojo, ordenó la
intervención de Banesto para venderlo en subasta pública, que
acabó en manos del Santander, tras haberle concedido poco
antes, el mismo Banco de España, un crédito superior a lo que
pagó por Banesto, vamos, que se lo regalaron. En 2005, como
premio a sus favores, Luis Ángel Rojo (después del cargo) fue
nombrado consejero externo independiente del banco Santander
(cobrando más que un albañil), sin ser accionista siquiera del
grupo, lo que es un requisito para ocupar ese cargo, también lo
fue de la misma manera, en el mismo cargo de consejero en la
Coorporación Financiera Alba, por fin murió en 2011... Con la
adquisición de Banesto, el banco Santander se hizo accionista de
Antena 3, que acabó controlada por el Grupo Planeta (gracias
al apoyo financiero de La Caixa y Santander). En 1999, el
Santander se fusionó con el Central Hispano, controlando así
gran número de bancos, empresas y medios de comunicación
a escala internacional. SCH tenía en 2004 miembros de su
consejo de administración repartidos en consejos externos en
todo tipo de empresas:

Unión Fenosa, CEPSA, FAES Farma (¿os acordáis de la epidemia
de “Gripe A” en 2009 que fue un bulo para vender más
medicamentos?), Inmobiliaria Urbis, Pescanova, IBM, Cortefiel,
Indra (armas), Coorporación Financiera Alba, Campofrio, Mutua
Madrileña Automovilística, Telepizza, Grupo Televisa (principal
grupo televisivo de Suramérica), Auna, SICAV, M&B Capital
Advisers, Grupo Masaveu, Inditex, Grupo Matutes, Legal &
General Group, Pearson Group, Glas Cymru, British Land, San
Paolo IMI, Assicurazioni Geneall y Shinsel Bank...
Quien dirige este monstruoso aparato económico es Emilio
Botín, que tiene miembros de su familia diseminados por
montones de consejos de administración, esta abominación
tiene influencia en más de una decena de países (por Suramérica
sobretodo). Tanto a Botín como a directivas del SCH se les han
abierto causas judiciales, tanto el Tribunal Supremo (el juicio ni
se celebró), como la Fiscalía Anticorrupción (por delitos fiscales)
y todas sus causas han sido archivadas, salieron impunes
¿tendrá algo que ver su buena posición en sociedad, ya que
el SCH es uno de los bancos con más peso en los mercados
internacionales?

El Grupo PRISA: influido notablemente por el SCH,
actualmente su mayor accionista es la empresa americana
Liberty Adquisition Holding (dueños de la cadena Fox y de
importantes firmas deportivas, también dedicados al petróleo,
inmobiliaria, negocios corporativos... unos tiburones curtidos
en las bolsas norteamericanas), le sigue en influencia la empresa
de la familia Polanco. Dentro del consejo administrativo de
PRISA han estado ejecutivos de diferentes bancos como Juan
Luis Cebrian (Bankinter), Isabel Polanco Moreno (Banesto y
SCH), Gregorio Marañón y Beltrán de Lis (SCH), familia Del
Pino (Banesto y SCH), con mayor presencia del SCH.

En 2004 los principales vínculos entre los consejos de administración
de PRISA y SCH eran:

Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA): El BBV fue fundado
gracias a la financiación de la principal oligarquía económica
vasca, el grupo de familias Neguri ( Ybarra, Zubiría, Muguruza,
Lipperheide, Delclaux... ), clan empresarial controlado por
las familias más poderosas del panorama industrial. En 1988
se fusionó con el banco Argentaria que se dio cuenta de los
chanchullos en las cuentas del BBV y al final, el presidente
de Argentaria, Francisco González, que compartía la dirección
del BBVA con Emilio Ybarra, (BBV), se quedó el solito con
la presidencia del banco. Pero Ybarra no se quedó sin trabajo,
pasó a ser presidente del grupo Vocento (también controlado
por el mismo banco).

El BBVA, de gran peso en el ámbito internacional, es el
principal accionista de Telefónica, también uno de los
principales inversores de la industria armamentística, tanto
que incluso está vigilado por no cumplir los tratados europeos
sobre venta de armas (esta permitida pero no es para pasarse,
que perjudica a los mercados) y controla el segundo banco del
estado colombiano y el primero del mexicano aprovechándose
de la situación de crisis económica permanente de estos países
y responsable, entre otros, por la fuga de capitales, del famoso
“corralito” en los bancos argentinos. También fue investigado
por el FBI por sus relaciones con el narcotráfico (blanqueo de
dinero a través de la adquisición del Banco Ganadero, en manos
de los beneficiarios del negocio de la droga en Suramérica, que
no sabían cómo explicar tanto dinero que tenían), además de
por la Audiencia Nacional y la Fiscalía Anticorrupción (por lo
típico de siempre que hacen todos los bancos). Se sabe que
tengan paraísos fiscales repartidos en 13 países con políticas
fiscales más favorables a sus intereses, utilizando diferentes
sociedades. El principal accionista del BBVA es Manuel Jove,
miembro fundador de la inmobiliaria FADESA, dedicada
entre otras cosas a la construcción de recintos turísticos en
Marruecos, también es la responsable de la mayor suspensión
de pagos a sus trabajadores en la historia de la economía
española y acusada de blanqueo de dinero (siempre es mejor
ganar más de lo permitido).

Vocento: Controla diferentes medios de comunicación: ABC,
Inversión, El Correo, Qué!, Diario Vasco, El DIario Montañés,
Diario La Verdad, Ideal, HOY, SUR, Diario la Rioja, La Voz,
El Norte de Castilla, El Comercio, Finanzas.com, Colpisa,
10, alava7, teledonosti, bilbovisión, tve, Punto Radio... Entre
PRISA y Vocento controlan más del 50% de los medios de
comunicación del país, está controlado por el BBVA, a través de
la familia Ybarra. Tanto Vocento como PRISA tienen pérdidas
millonarias, por lo que necesitan asociarse con empresas
y bancos para seguir funcionando como negocio, pese a no
ser rentables, en términos de beneficios, en cambio resultan
muy productivas para generar otro tipo de mercancía, opinión
pública, por tanto están controlados por los principales grupos
empresariales, que no permiten que se difunda información
que les pueda perjudicar (que se hable mal de ellos ni de sus
amigos) lo que les interesa de los medios es la opinión pública
que generen (valores democráticos acordes con el mercado)
y los anuncios que puedan vender, en función de ello serán
recompensados en mayor o menor medida.
En la mayoría de los casos las empresas suelen funcionar como
grandes máquinas en las que los jefes no son más que simples piezas
que se pueden sustituir sino cumplen bien su cometido. Por lo
que no es costumbre que sean patrimonio de familias. Esto
que se sepa, mucha de las informaciones no pueden llegar
a conocerse del todo, ya que una empresa puede llegar a ser
controlada incluso con menos del 5% de sus acciones y es a
partir de esta cifra cuando se declara en bolsa, y luego también
están las empresas interpuestas, colaboradoras en consejos de
administración o diferentes sociedades, que con diferentes
nombres son controladas indirectamente por grandes
empresas.

Conclusión

Dado que el orden económico mundial es el mercado
competitivo de carácter capitalista, el desarrollo de las
sociedades modernas se basa en el enriquecimiento sin
medida, todxs quieren aprovecharse de todxs, el afán de lucro
es un valor socialmente aceptado, cuando lo que fomenta es la
explotación y la desigualdad. Es necesario superar ese tipo de
mentalidad si se quiere alcanzar algún cambio en ese sentido,
atacando no solamente a las élites económicas que se benefician
de este régimen capitalista, sino a la sociedad de consumo
que lo alimenta y al modelo de desarrollo unidireccional que
impone.

En la vida que nos han impuesto quieren hacernos creer lo
necesarixs que son para que las cosas vayan bien, que incluso
pueden irnos mejor a nosotrxs, ¡qué nos salvemos unxs pocos!
(se calcula que el 80% de la población mundial pasa hambre),
nos permiten endeudarnos, hipotecarnos, trabajar para ellxs, y
comprarles muchas cosas, es lo que nos han dicho de pequeñxs
que es calidad de vida, y así con nuestras limitadas aspiraciones
podemos hacer que la máquina siga funcionando, nos han
hecho creer que en este juego son las mismas reglas para todxs,
pero eso es falso porque unxs tienen más que otrxs y por
tanto mayor poder e impunidad ¿hay alguien que se crea que
se pueden alcanzar estas fortunas trabajando? ¿o es necesario
tener “suerte” en los negocios? Aún así aceptamos este sistema
en el que lxs gobernadxs y lxs explotadxs siempre tenemos las
de perder.

¡Qué se queden para ellxs sus mercados y sus numeritos!
Ninguna persona necesita para vivir complejos sistemas que
interrelacionen mercados en función de incomprensibles flujos
económicos y de los intereses de entes abstractos, como son
empresas y bancos. El mundo no les pertenece sólo porque
nos digan que así es. Podemos organizarnos e ir dejando de
depender de su influencia, si ellxs se apoderan de los recursos
con el amparo de la ley, nosotrxs podemos recuperarlos porque
somos quienes los necesitamos y nada, ni tan siquiera la ley,
justifica que a unxs les falte y otrxs acaparen y manden, la vida
debe organizarse de acuerdo a quienes viven y no conforme a
lo que digan seres inertes como La Bolsa o el dinero. Podemos
asociarnos entre nosotrxs, entre iguales sin depender de las
imposiciones de otrxs y eso ni la ley puede evitarlo.
Podemos cambiar nuestro modo de vida y volver a ser seres
humanos y no entes alienados que viven de las sobras del
mercado, somos capaces de crear lo que necesitamos porque
somos nosotrxs quienes lo fabricamos, cualquier trabajo que
desempeñamos para el capital podemos ejercerlo en aras de
nuestra liberación ¿Qué tenemos necesidades? Por supuesto,
necesitamos casas, comida, ropa... pero no necesitamos pagarlas
¿Cómo sería posible vivir sin dinero? Aunque parezca una
locura, ya que nos han hecho creer que es indispensable para
vivir, no tiene por qué ser lo que organice nuestra relación con
el mundo, podemos actuar en función de nuestras verdaderas
necesidades y no buscar tener siempre más, entrando en su
juego.
Tan poco es el dinero lo que nos mantiene cuerdxs
y evita que nos vayamos matando como locxs sino todo lo
contrario, estructurar una sociedad de acuerdo a la propiedad
es lo que genera competencia y situaciones de conflicto,
existen valores como la cooperación, la solidaridad y el apoyo
mutuo que nada tienen que ver con como se rige el mundo y
aún así pueden ser los que conformen nuestra vida y nuestras
relaciones, siendo todxs iguales, siendo imposible que nadie
se imponga a lxs demás (ya que lxs demás le mandarían a la
mierda), todxs nos ayudaríamos en lugar de pisarnos para
escalar en la píramide social. No tenemos porqué seguir con
esta dinámica suicida de vida, consumiendo días en ciclos
impuestos (trabajo-ocio-descanso), podemos crear alternativas
reales a esta situación, diferentes proyectos de autogestión que
promuevan la colaboración entre ellos para que nunca más
tengamos que usar su sucio dinero ni tener que entrar en sus
tenebrosos templos de mercancias.
Nos daría igual que se parasen los mercados porque no les
necesitaríamos para vivir ya que tendríamos nuestros propios
recursos y seríamos nosotras quienes los gestionásemos de
acuerdo a lo que acordásemos entre iguales, sin dirigentes, en
base al mayor beneficio para todos en lugar del de quienes más
tengan en ese momento.

Democracias alternativas
1. El origen de la falacia.

El término «democracia» ha adquirido en el último siglo un
significado, mas allá de su etimología o su origen, que lo
relaciona ante la amplia base social occidental con un sistema
político moralmente positivo en cuanto a sistema representativo
del interés popular, y universalista en tanto sistema político
que aspira a ser único y común en todo el planeta. El origen
moderno de tal concepto y su extensión a todas las formas
de estado y corrientes alternativas de oposición surge tras la
hegemonía política, económica y militar de Estados Unidos,
estado cuya base ideológica se apoya precisamente en una
revolución democrática frente al Antiguo Régimen monárquico
(la Guerra de Independencia). Este sistema representativo, que
junto al estado napoleónico configuró la estructura política y
militar de los estados modernos, adquirió, tras la guerra civil
norteamericana, un carácter económico industrialista y liberal.
Ya en 1917 el presidente Norteamericano Wilson se dirigió
a un congreso de vendedores de Detroit afirmando que la
«democracia empresarial» estadounidense tenía que encabezar
la «lucha por la conquista pacífica del mundo».
Efectivamente, hoy día el sistema de valores e ideología
democrática, la estructura estatal parlamentaria y la economía
industrial se encuentran extendidos por todo el globo, siendo
el sistema de estado predominante en casi todos los estados del
mundo, salvo excepciones en vías de ser reconvertidas manu
militari.
Pero la ideología democrática no sólo está presente detrás de
los valores que avalan a los estados; se ha filtrado a todo el
cuerpo social y ha adquirido valores tanto de oposición al
modelo actual, como de contraposición o alternativa.

Tras la Segunda Guerra Mundial y la victoria norteamericana
que supuso el fin de los sistemas político-ideológicos
europeos, el parlamentarismo liberal de EEUU y sus países
aliados (o satélites) comenzaron a autodenominarse como La
“Democracia” del “mundo libre”. En contrapartida, ante esta
imposición lingüística que otorga ese valor moral superior al
sistema político capitalista, la centralización económica estatal
del bloque “socialista real” tutelado por Rusia, antagonista al
bloque anterior, se asignará la denominación de diferentes
“repúblicas democráticas”. Incluso los estados periféricos cuyos
sistemas políticos no podían asemejarse ni de la forma más
maquillada posible a un sistema parlamentario representativo,
se otorgaron la denominación de “democracias orgánicas”.
Esta utilización demagógica del término democracia será
también adoptada por pensadores reformistas y movimientos
contestatarios, en especial tras la caída del muro de Berlín,
que abandonan antiguos términos, aspiraciones y prácticas
revolucionarias y que, animados por la disponibilidad de nuevas
y rápidas herramientas propagandísticas (popularización de la
radio, el cine y la televisión, abaratamiento de la prensa escrita),
se lanzan a conquistar la opinión pública.

La actividad de formación de la conciencia y el pensamiento
racional entre las capas sociales excluidas, pilar básico de la
actividad revolucionaria clásica desde el socialismo hasta
cualquier corriente humanista de emancipación social, llevada
a cabo a través de ateneos, casas del pueblo, bibliotecas,
escuelas libres, escuelas obreras, revoluciones culturales, etc.,
cuyo objetivo era crear una humanidad íntegra que fuera capaz
de emanciparse por sí misma y construir una sociedad nueva
capaz de autogobernarse libremente (único sentido real que
podría tener el término «democracia»); es ahora sustituida
por estrategias propagandísticas que buscan una adhesión
organizativa en base a un concepto alternativo o innovador
de democracia, que no esconde otra cosa más que pequeñas
reformas del Estado del Bienestar, cuando no el propio
refuerzo del sistema de dominación. Y siempre sin dejar de
lado el propio uso de la palabra «democracia», como único aval
que podría conseguir adhesión en una sociedad mediatizada,
desculturalizada y consumista, asentada sobre el consenso de
un “clase social” cuyo principal interés será ahora el bienestar,
la estabilidad y la seguridad, tanto a nivel económico como
psicológico.

En cualquier caso, para amplios sectores de la población el
término “democracia” evocará siempre una aspiración abstracta
de justicia social y equidad, un eslogan que casi siempre disfraza
el dirigismo político de quienes aspiran a gobernar.

2. Nuevas definiciones desde el poder.

La nueva izquierda parlamentaria, entregada a intrigas políticas
dentro del legalismo para alcanzar cotas de poder político,
busca, al igual que su oposición gubernamental, moldear el
término “democracia” hasta dar con la fórmula que mejor
encaje con el esquema mental popular del momento. Es este el
caso del llamado “altermundialismo” y sus recetas para reformar
la democracia, como la tasa Tobin (por el economista James
Tobin, Universidad de Princeton, 1971), esgrimida por grupos
de presión internacional como Attac (Asociación por la Tasación
de las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana)
que pretenden regular las transacciones financieras en pro de
detener la globalización económica, manteniendo la soberanía
nacional de los estados, así como reformar las instituciones en
base a una legalidad cívica y una democracia más participativa
que en ningún momento cuestiona el sistema productivo
capitalista ni el poder estatal en sí. Sus impulsores, en su mayor
parte reconocidos economistas y autoridades políticas, así
como Ong’s como Oxfam (Comité Oxford para la lucha contra el
Hambre) miembros del sistema jurídico y académico apuestan
por reforzar el propio poder estatal y tecnológico, con ellos
como técnicos gestores.

Democracias alternativas
Esta tendencia política que tanto dio que hablar en las
cumbres antiglobalización desde fines de los 90, publicitada
por los medios de comunicación para ocultar los movimientos
radicales que surgían en torno a un anticapitalismo combativo
y autónomo, resurge hoy día entre los impulsores de
movimientos ciudadanistas como el 15M, por ejemplo a
través de la plataforma ciudadanista Democracia Real Ya.
Piden reformas electorales que beneficien a los pequeños
partidos políticos y proponen esperpentos sociales como la
“democracia electrónica” o “ciberdemocracia”, según la cual
el ciudadano estaría permanentemente en contacto gracias
a las redes sociales con la política, haciendo más fácil su
participación en las instituciones (y por ende, el poder político
estaría permanentemente en contacto con cada ciudadano).
Los problemas sociales encontrarían solución en un mayor
control social telemático a través de propuestas de ciudades
“inteligentes” (smartcities, en su término de marketing)
totalmente videovigiladas y con alternativas energéticas en
manos de empresas privadas innovadoras; en la aceptación
de la ley como moral y ética personal a través de propagar el
ciudadanismo como ideología; una “democratización” de la
policía que evitaría abusos físicos y garantizaría la aplicación
efectiva de la ley; y la pacificación total de los conflictos a través
de la mediación y delegación en un cuerpo de profesionales de
los servicios sociales.

Otra cara del altermundialismo, o más bien otra propuesta de
democracia alternativa dentro del movimiento altermundialista,
está menos relacionada con los grandes pensadores economistas
y juristas y trae el aval de las grandes Ong’s, asociaciones
religiosas de caridad e instituciones internacionales de defensa
de derechos humanos. Su principal embajadora es la figura
de la intelectual y bien posicionada indú Vandana Shiva,
proveniente del mundo académico occidental y firme defensora
de un mestizaje entre tecnología, ciencia y ecologismo.
Esta “alternativa”, bien reconocida por el establishment político
internacional a través del Premio Nobel y diversos premios
de las Naciones Unidas, propone bajo el término “democracia
de la tierra” o “democracia ecológica” (entre otros términos
confusos), una vuelta a la localización económica, un cambio
de género en la dirección de las instituciones políticas a favor
de la mujer, así como legislaciones integradoras multiculturales,
legislaciones ambientales más restrictivas con la supervisión
de Ong’s y soberanía nacional basada en la agricultura
ecológica reglamentada frente a los mercados internacionales
y las corporaciones agroalimentarias, en especial contra las
propuestas de agricultura transgénica por parte de empresas
privadas, sin negar un valor positivo a la biotecnología en sí,
siempre y cuando esté en manos de científicos independientes
con valores altruistas. Es defensora del término creado en los 70
de “ecofeminismo”, que ve en la mujer un atributo demócrata y
ecologista por naturaleza y propone esas instituciones dirigidas
por mujeres como garantía de democracia, anteponiendo así
al patriarcado, motivo único, según estas teorías, de los males
del capitalismo, un nuevo matriarcado, que garantizaría una
gestión basada en la justicia y el bienestar social (los valores
de cuidado y reproducción que asocian a la mujer y que el
capitalismo asumiría al ser dirigido por esta nueva clase social,
hoy ya en conflicto de poder con el antiguo orden patriarcal de
la burguesía financiera tradicional).
En todo momento defiende una “democracia económica”, es
decir, un sistema económico de producción capitalista pero
local y apoyado en el pequeño productor y la cooperativa,
así como el fortalecimiento de una institución supranacional
encargada de velar por la legislación democrática y garantizar
así la paz y estabilidad mundial, proponiendo que la ONU
desarrolle sus mecanismos de control y no sea limitada por el
veto de países dominantes.

Esta corriente toma fuerza en los Foros Sociales Mundiales,
atrayendo a gran parte de la izquierda extraparlamentaria, a las
asociaciones y Ong’s ambientalistas y asistencialistas, a sectores
del campesinado pequeño- propietario o cooperativista,
y a sectores del ámbito académico y de la asistencia social
dependiente de las subvenciones y en constante pugna con los
estados por la gestión de tales fondos.

Por otra parte, desde sectores que esta vez ostentan el poder
político están las nuevas propuestas socialdemócratas. Las
alternativas para alcanzar una auténtica democracia, todavía
no alcanzada (se encuentran obviamente dentro de la ideología
progresista y desarrollista), vendrían también de nuevos
modelos socio-económicos capitalistas.

Este sistema que ha sido definido como “sistema mixto”, asimila
cierta parte de la teoría económica marxista y la práctica del
socialismo real de la Unión Soviética mezclado con la ideología
liberal capitalista. Esta tendencia, denominada ya desde los años
50 “tercera vía” o en España desde el XXXV Congreso Federal del
PSOE como “nueva vía”, es defendida por altas esferas políticas
y económicas, y entre sus principales divulgadores han estado
jefes de estado como Tony Blair (RU), Bill Clinton (EUA),
Lula da Silva (Brasil), Michele Bachelet (Chile), Gerhard
Shröder (Alemania), Zapatero (España)... . Con su propuesta
de progresar hacia un mercado sin límites, desregulado, libre y
descentralizado, amparado por políticas de estado planificadas
y centralizadas, defienden que los estados podrían garantizar
realmente el bienestar social, pues llegaría el momento en que
la riqueza (su concepto de riqueza, es decir, la comodidad y
capacidad de consumo) desbordaría llegando a todas las capas
sociales. Su propuesta alternativa al modelo actual, la basan en
que el sistema económico está globalizado y escapa del control
de los estados, siendo ésta la causa de las desigualdades sociales.
Son firmes defensores de instituciones supranacionales como el
Estado Central Europeo y de las inversiones de fondos públicos
en mega-infraestructuras desarrollistas, hoy deficitarias, como
las líneas de alta velocidad europeas, los planes de inversión
en energías sostenibles del protocolo de Kyoto, los programas
de investigación y desarrollo científico y tecnológico, etc. Su
mayor oponente en la reorganización (crisis) del orden político-
económico es la propuesta neoconservadora de la nueva
derecha, la “democracia liberal”, en boca de propagandistas
como Pío Moa, Intereconomía y los think tanks (empresas

privadas de estudio económico que ejercen como grupos de
presión frente al gobierno y la clase empresarial) como la FAES
de Aznar. Defienden un capitalismo sin límites restrictivos en
manos exclusivamente privadas, sin la limitación de los estados,
en base a una “verdadera” libertad de los ciudadanos siguiendo
el concepto darwinista social del valor del más fuerte. Siguen
postulados de economistas ideólogos como Milton Friedman,
siendo la empresa y la familia los pilares del bienestar moral y
social, y el libre mercado la garantía de progreso económico de
las sociedades.

La extrema derecha fascista, hoy residual pero latente,
también se engalana con el término “democracia”, creando
nuevas formaciones políticas como Democracia Nacional,
o como su heredero en cuanto a programa y estrategia: la
engañosa estrategia populista de presentarse como alternativa
democrática al bipartidismo que inauguró el Tea Party, y
que en el estado español adopta el partido Unión, Progreso y
Democracia de Rosa Díez, escurriéndose muchas veces entre
los movimientos sociales.

3. La propuesta extraparlamentaria.

Pero obviamente, no todas las alternativas a la democracia
actual que utilizan el propio término «democracia» vienen
de sectores que proponen una reforma capitalista. También
sectores de la izquierda intelectual adoptan este término para
hacer más digeribles sus programas, en esencia marxistas.
Aparecen así conceptos como «democracia participativa»,
«democracia social», «socialismo del siglo XXI», etc.
Desde el ámbito anarquista o filoanarquista, también ha
surgido un interés por utilizar el término “democracia” en
favor de acercar a amplios sectores sociales desculturalizados un
nuevo discurso libertario. El concepto de “democracia directa”
fué repensado en especial por Murray Bookchin allá en los
años 60, recuperando tanto la tradición comunal popular de

los concejos o municipios tradicionales, como los postulados
del anarquismo clásico decimonónico en la pluma de autores
como Proudhon o Bakunin, de referentes de la resistencia
civil y la no-violencia como Thoreau e integrándolos en las
nuevas propuestas políticas institucionales participativas.
Bookchin define su modelo como “municipalismo libertario”,
y es desarrollado dentro de la corriente surgida también en esa
época que se denomina como “ecología social”: una ideología
comunalista que proviene del anarquismo y el ecologismo
y que define el modelo social natural del ser humano como
el de la comunidad integrada en el medio natural, ya que la
naturaleza sería un orden natural descentralizado y en redes,
autorregulado y exento de autoridad.

El municipalismo libertario, como teoría política referente
de la época de la revolución cultural y vivencial de los años
70 (hippies, beatniks, neoruralismo, insumisión, etc) intenta
aportar al movimiento anarquista y/o libertario una nueva
visión frente al anarquismo y marxismo clásicos, ya que afirma
que no sólo es el ámbito laboral o la lucha de clases el motor
de la revolución, sino la propia cotidianidad y la vida social y
cultural, afirmando que la gestión de la economía no sólo es
cuestión de los sindicatos y asociaciones de trabajadores, sino
de toda la comunidad (autogestión).

El modelo propuesto por Bookchin sería puesto en práctica
desde este preciso momento (no tiene en cuenta las ofensivas
represivas de los estados ya que es un movimiento que se
desarrolla en plena era del Estado de Derecho) en forma de
comunidades o comunas que mediante el consenso en la
asamblea, “democracia directa”, tomarían las decisiones no
sólo del plano económico, sino también el político, cultural,
gestión de los conflictos, producción, los servicios, etc. Las
diferentes comunidades o municipios se federarían entre sí
en una confederación, y llegarían a formar un poder paralelo
al propio estado que desembocaría irremediablemente, según
estas teorías, en una ruptura entre el estado-nación y los
pueblos sin necesidad de ningún enfrentamiento. El modelo
asume una función educativa hacia el resto de la población, y
el momento de la ruptura revolucionaria lo establece una vez
que grandes sectores sociales estén organizados de esta forma,
constituyendo la forma de autogobierno popular de hecho y
quedando el estado-nación reducido a su mínima expresión,
desapareciendo finalmente. Esta teoría, sin negar su aportación
teórico-práctica, en su origen pacifista y ambigua en cuanto
a propuesta de incidencia social más allá de lo pedagógico,
es asumida también por sectores actuales de la izquierda que
participan en la política oficial, en especial desde las elecciones
municipales y locales, estando en el ideario de algunos partidos
verdes y en el auge del cooperativismo en los últimos años,
incluso aceptando la subvención económica por parte del
estado y defendiendo propuestas tecnológicas desarrollistas.
El propio Bookchin con el paso de los años acabó alejándose
de las corrientes anarquistas y definiéndose como comunalista,
dejando de lado la problemática del enfrentamiento con
el estado y manteniendo duras discusiones ideológicas con
sectores individualistas y revolucionarios.

4. Paralelismos históricos autodeterminacionistas y anhelos

El termino “democracia directa” es asociado por muchos
académicos a formas tradicionales de autogobierno o de toma
de decisiones comunitaria, en algunos casos utilizando la
votación a mano alzada (la “dictadura de la mayoría”) y en
otros buscando el consenso. Con origen en el ágora ateniense,
o asamblea de hombres no esclavos que tomaba las decisiones
sobre las cuestiones de las polis griegas (la “política), en la
Europa medieval se encuentran muchos ejemplos que han
permanecido vivos hasta hoy, a pesar de los ataques por parte
de las distintas coronas.

En Castilla aún existe en algunos municipios el Concejo Abierto
o asamblea de vecinos donde se toman las decisiones a modo
de pleno del ayuntamiento, en la cual pueden participar todos
los habitantes censados y gestionar los terrenos comunales, los
presupuestos y los trabajos colectivos (“hacenderas”), si bien
actualmente este modelo se encuentra totalmente limitado a
algunos municipios de menos de 100 habitantes y subyugado
a la legislación autonómica. En el País Vasco estos concejos se
llamaron Batzarre (Juntas).
En Suiza durante el siglo XIX hubo un especial interés
por recuperar estos modelos de la tradición medieval, y se
aplicaron en forma de referendums al parlamento y a la
propia constitución, siendo desde entonces la participación
en la vida política suiza algo popular. Sin embargo hoy día la
democracia directa sólo se mantiene en dos cantones suizos,
en los cuales se reúnen las gentes en la plaza o en el campo
una vez al año para decidir presupuestos, y aprobar leyes y
reformas constitucionales. En Islandia el Althing o “Asamblea
de Hombres Libres” creada en el siglo X ha calado hasta el día de
hoy fortaleciendo el sentimiento comunitario, posibilitando la
convulsión política y social vivida en los últimos años en la
isla.

En el norte de África se mantienen modelos tribales que
son denominados por analistas políticos como democracias
directas y que están todavía vivas en regiones como la Cabilia
argelina.
Los aarsh (comunidades soberanas), autogobernados a través de
las thaymaath (asambleas de pueblo) se organizan entre sí en las
llamadas “coordinaciones” y siguen siendo la base organizativa
de las continuas insurrecciones por motivos sociales contra el
estado (en especial la insurrección del 2001 y 2004 o Primavera
Negra). En el mundo árabe se conoce este modelo como la
yemaa o asamblea.

En Libia desde 1977 se recuperaron en teoría como forma
oficial de gobierno, bajo el nombre de la Yamahiriya, basada en
los llamados “congresos populares de base”, si bien en la práctica
el poder estatal estaba en manos del poder militar, cuya cabeza
era Muamar el Gadafi.
En el resto de África se ha denominado muchas veces
“democracia directa tradicional” a los Consejos de Poblado
compuestos por jefes familiares (en Guinea Ecuatorial han
sido oficializados desde 1981 y no se permite la elección de
sus miembros por parte de la comunidad; sobre ellos se apoya
el poder represivo estatal). Curiosamente en 1981 el primer
alcalde negro de Francia, Kofi Yamgnane, de Togo, importó
este sistema a la pequeña localidad bretona de San Coulitz,
llamándolo Consejo de Sabios con el fin de revitalizar lo que él
entendía como “democracia participativa”. Yamgnane acabaría
siendo Secretario de Estado francés.
El concepto de democracia directa es también defendido y
llevado a la práctica por movimientos revolucionarios armados
de países periféricos respecto a occidente, que han sufrido una
evolución de sus organizaciones desde el marxismo-leninismo o
maoísmo de los años 70 a las posturas autónomas y asamblearias
de los 90 y 2000. Recuperando formas asamblearias de su
tradición cultural, existentes en todo el mundo al igual que
los ejemplos citados en Europa y norte de África, sus teóricos
han añadido el concepto occidental de “democracia” con el
fin de despertar simpatías en el plano internacional, así como
reconocimiento institucional de las organizaciones en las que
se apoyan.
Más allá de los programas de sus organizaciones y líderes, que
en muchos casos perpetúan ciertas formas de Poder, grandes
sectores de la población mundial se encuentran practicando
formas de autogobierno asambleario y sistemas económicos
comunales, en la mayor parte de los casos en medio de un
conflicto armado de siglos de duración.

Abdullah Ocallan, líder del Partido de los Trabajadores del
Kurdistán, asume para todo el movimiento kurdo el concepto
de democracia directa inspirado en el municipalismo libertario
y la ecología social a partir de una proclama en 2005. Abdullah
Ocallan denominó a su modelo “confederalismo democrático”
para salvar diferencias con Bookchin. Su propuesta pretende
no entrar en conflicto con los límites territoriales de los estados-
nación ni con las diferencias étnicas y religiosas, y garantizar
así un modelo de paz e igualdad social en el Medio Oriente,
apoyándose tal organización social en estructuras parciales
autónomas, como los consejos de jóvenes, de mujeres, la
diáspora o emigración, consejos territoriales, etc, que irían
asumiendo las tareas sociales, culturales y políticas rompiendo
la dependencia de los estados. La organización general se
denomina Confederación de Pueblos del Kurdistán, y cuenta con
una organización militar guerrillera propia.
En México, ya desde la insurrección armada del 94, el EZLN
(Ejército Zapatista de Liberación Nacional) abrió camino a la
creación de estructuras civiles asamblearias denominadas en
primer lugar Aguascalientes, para después llamarse Caracoles
y Juntas de Buen Gobierno. Desde los teóricos y portavoces
zapatistas aseguran que luchan por “democracia y libertad”
a través de un modelo de igualdad y equidad no sólo para
sus comunidades, sino también para todo el territorio
nacional y como ejemplo para todo el mundo y el universo
(la Intergaláctica), en el cual los partidos políticos quedan al
margen y los representantes temporales elegidos por la asamblea
actúan bajo el concepto de “mandar obedeciendo”.
Utilizando el término de “democracia directa” y “democracia
comunitaria”, aseguran tomar un concepto que ya existía
antes en su cosmovisión: “otra palabra vino de lejos para que
este gobierno se nombrara, y esa palabra nombró `democracia’
este camino nuestro que andaba desde antes que caminaran las
palabras” (extraído de un comunicado del EZLN).

5. Conclusión.
Como podemos apreciar, el término “democracia”, tiene muy
diferente significado dependiendo de qué lugar o sector social
provenga. Quizá es un término tan amplio y subjetivo que
ni puede apologizarse de forma abstracta, ni menospreciarse
categóricamente (pues detrás de muchas reivindicaciones
y conflictos amparados tras tal palabra se puede esconder la
dignidad de luchar contra la injusticia y a favor de la libertad);
y por supuesto que debe ser siempre analizado críticamente
pues en la mayoría de los casos se trata de la careta que utiliza
el Poder, o alguna forma de Poder, para perpetuarse.
Y en tal caso no se debe tener reparo moral alguno en
desenmascararlo, atacarlo, destruirlo y dejar el campo abierto
a nuevas definiciones, que siempre, como tales, estarán por
detrás de los actos y las realidades de autogobierno de los
pueblos y las aspiraciones de los individuos.

Los seres humanos como animales gregarios que somos,
necesitamos de otros para vivir, un lugar donde poder
alimentarnos, refugiarnos del frío y formarnos interiormente,
ya que esta es una característica inherente a nuestra especie: la
conciencia.
Como anarquistas muchas veces escuchamos la pregunta de
cómo organizaríamos una sociedad sin líderes políticos, ni
instituciones estatales. Ante esto no puede responderse de una
forma cerrada, ya que la propia idea de organizar una sociedad
es algo contrario al ideal anarquista.

Es decir, el anarquismo más que una doctrina política, es una
forma de actuar, basada en tres puntos básicos: la libertad,
el respeto y la responsabilidad. No nos da miedo la libertad
de los demás, no creemos que “el hombre sea un lobo para
el hombre” como decía Hobbes, ni que la competencia haga
avanzar a la “humanidad” haciendo que cada uno dé lo mejor
de sí mismo. Pensamos sencillamente que las personas en
igualdad de condiciones son capaces de organizarse sin la
mediación ni la directriz de nadie. Esta idea no significa para
nada que todos seamos iguales, adoramos las diferencias, y
de hecho no existen dos seres en todo el universo iguales. No
queremos homogeneizar nada, ni imponer a nadie como debe
ser su vida, sencillamente que tampoco nadie nos lo imponga
a nosotras.

Existen a lo largo de la historia diversos modelos organizativos,
así como experiencias históricas que podían reflejar bastante
bien la idea (1); aunque lamentablemente el imperio del dinero
cada vez deja menos espacio a cualquier forma de vida que
no se adapte a sus criterios, siendo capaz de someter, regular
o incluso modificar genéticamente (mutar) todo lo que no
se adapta a esta vorágine destructiva escondida tras la palabra
progreso.

Un ejemplo cercano que se daba en muchos puntos de
nuestra geografía sería el concejo abierto, o las formas de
trabajo comunitarias que servían en muchos de nuestros
pueblos para recoger las cosechas, repartir los pastos o limpiar
caminos y regueras; en los que el bien común prevalece,
existiendo relaciones de horizontalidad y camaradería, sujetas
a normas que los propios implicados acuerdan para el buen
funcionamiento de la labor.

Evidentemente no creemos que no puedan darse problemas en
estas relaciones, pero los mecanismos para resolver estos han
de ser coherentes con la forma de pensar. Odiamos la justicia
burguesa, donde una serie de profesionales acomodados se
dedican a juzgar al resto de la sociedad en base a unos códigos
que ellos mismos crean para defender sus intereses.
La resolución de conflictos debe ser parte esencial de las propias
relaciones humanas, sin delegar esta responsabilidad en nadie
externo al conflicto. Las condiciones creadas actualmente han
degenerado las relaciones entre las personas hacinándonos,
haciéndonos competir entre nosotros, infantilizándonos,
alienándonos. En fin, la esclavitud nunca ha sido fácil por lo
que eliminar todas las causas de ésta es necesario, tanto físicas
como mentales.

La justicia social es un pilar básico para el mantenimiento de
unas relaciones sanas entre los individuos, donde no exista
ni explotadores ni explotados, ningún beneficio obtenido a
costa de otros. Hoy en día las clases privilegiadas nos dicen
que hay que mantener como sea el modo de vida que han
creado pues es el mejor de los mundos posibles, ignorando,
seguramente aposta, cómo se construye ese supuesto bienestar
y las consecuencias que esto trae para el planeta y los grupos
humanos: el expolio sistemático de las materias primas, la
alteración irreversible de paisajes, la contaminación de agua,
tierra y aire, las enormes masas de desplazados, sometidos,
muertos que deja tras de si este “bienestar” tan cacareado
de las clases dominantes, sustentado en la guerra y el robo,
justificado por una moral superior que indica lo que es el bien
y lo que está en camino de convertirse en bien, pues el resto
directamente lo elimina.

La forma de funcionar entre personas libres, es decir con
capacidad para decidir por ellas mismas, tiene como base al
propio individuo. Cada persona es libre de hacer lo que le
plazca mientras esto no perjudique a otros individuos como
él. Después están las relaciones con su grupo o grupos basadas
en intereses comunes. Según sea la necesidad de cada uno o
el tamaño del trabajo estos grupos pueden coordinarse con
otros para suplir sus necesidades (intercambiar productos,
hacer ferias, trabajos, experiencias...) y de esta forma mantener
siempre los principios de libertad individual y colectiva.
Intentaremos definirlo un poco más por apartados:
Economía. Podemos entender economía como la gestión de
los recursos para satisfacer necesidades. Al poder existir miles de
interpretaciones, tantas como personas asociadas, sólo exponer
varias ideas. Por un lado la abolición de la propiedad privada,
pues este es el principio básico de la desigualdad: “De cada cual
según su capacidad y a cada cual según su necesidad”, “Todo
de todos”. Estas frases hoy en día, en un mundo que valora más
lo que se tiene que lo que se es, pueden parecer entelequias. Sin
embargo la solidaridad y el respeto entre las gentes es la mejor
garantía de un reparto justo, como la mayoría de nosotros
comprobamos en nuestras relaciones de amistad.
También es interesante tratar el tema del valor de la mercancía,
abolir el concepto de beneficio económico, y que las cosas
empezasen a tener valor de por sí. La puesta en común de
esfuerzos y producto de estos esfuerzos sin pretender la
acumulación en pos de la posible especulación futura.

Es decir si un grupo de personas tiene manzanas, otro melones
y otro recoge setas, más que el concepto de intercambio podría
ser interesante el de puesta en común: cada uno pone encima
de la mesa lo que trae y coge lo que necesita. Por último sería
deseable el mayor grado posible de autosuficiencia para evitar
caer en el despilfarro energético, la deslocalización, en fin, la
responsabilidad para con el resto de seres de este planeta. Todo
esto se engloba dentro de la palabra AUTOGESTIÓN.
De todas formas sobre teorías económicas basadas en la
cooperación y la responsabilidad existen muchos y muy
interesantes escritos (3) por lo que no nos extenderemos más.
La justicia. Ni cárceles, ni policías, ni jueces, cada problema
que nos surge lo resolvemos entre nosotras, sin delegación.
Cada situación y cada persona es única por lo que no podemos
crear un derecho universal ni lo pretendemos. Los valores
universales burgueses son una falacia, los estados infantilizan
a sus ciudadanos presentándose ante ellos como el padre
castigador de las malas conductas, perpetuando de esta forma
su modelo social. En las comunidades donde no exista estado
será tarea de sus miembros decidir cómo resolver cada situación
intentando siempre buscar el acuerdo y la justicia entendida en
su verdadero sentido, buscando la solución del conflicto no la
venganza, ni la extensión del miedo.

Defensa. Al no creer en las naciones ni las fronteras no vemos
el sentido a que existan ejércitos que las defiendan o ataquen,
por lo que la desaparición de estas aberraciones históricas es
imprescindible para la libertad sobre la tierra. Esto no quiere
decir que vaya a desaparecer la violencia del mundo con la
abolición del binomio estado-capital, pero sí el tipo de violencia
que generan los estados en su afán de dominar, imponer y
robar a otros. La defensa de las comunidades libres debe ser
responsabilidad otra vez de sus miembros, siendo siempre
necesaria cuando existan amenazas reales, no perpetuando
la figura del guerrero como especialista, evitando el sadismo
y la humillación. La autodefensa es básica para conservar la
libertad.

De nuevo las experiencias históricas nos demuestran
de la necesidad de estar preparados para enfrentarse a un
enemigo nada deseable.

Conciencia, espiritualidad....

La revolución comienza en uno mismo, por lo que es necesario
intentar mantener nuestra cabeza siempre alerta, y a la altura
de nuestros objetivos. Es decir, si queremos vivir en un
mundo donde poder desarrollarnos en libertad, debemos ser
consecuentes. No podemos actuar de forma autoritaria con los
demás, evitar conductas que reproduzcan todo aquello contra
lo que luchamos.

La importancia de tratar de mejorarnos todos los días,
deshacernos de valores tan arraigados en la sociedad como
el egocentrismo, el consumismo, la omnipotencia del
pensamiento racional, la adoración a la ciencia como verdad
absoluta, la sumisión al imperio de la tecnología y las relaciones
cibernéticas, son realidades que habrá que afrontar. Intentar
restablecer relaciones más sencillas entre nosotras y el entorno,
ya que es obvio que en el actual estado de dominación en
que vivimos la dependencia absoluta energética de casi todas
nuestras acciones nos convierte en esclavos-benefactores del
saqueo al planeta en nombre del progreso humano.

/aporte propio/ Salud y Alegría.

LIBRO en DESCARGA DIRECTA (PDF) aunque el texto aqui presente es el libro íntegro

http://es.contrainfo.espivblogs.net/files/2014/07/contra-la-democracia.pdf

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